miércoles, 2 de septiembre de 2015

La sombra del bosque

La joven caminaba entre los viejos y retorcidos arboles que amenazaban con atraparla con sus numerosas y arrugadas ramas. El olor del tiempo se había acumulado durante siglos en los huecos de la madera, un hedor que parecía perseguirla a cada paso y la extenuaba con cada bocanada de aire que tomaba.
No muy lejos, una oscura sombra brincaba de copa en copa, persiguiendo el dulce aroma a juventud que la doncella exudaba por cada uno de los poros de su piel. La sombra se movía con una agilidad y velocidad propia de su elemento, y en sus ojos ensangrentados un atisbo de felicidad asomaba a cada inspiración que tomaba cargada con el embriagador perfume de la joven.
Las horas transcurrían rápidamente bajo la mirada acusatoria de la luna, pero antes de que el sol despertara por el horizonte y trajese consigo la paz de un nuevo día, un grito desgarrador hizo teñirse el horizonte de rojos y que miles de aves se alzasen entonando un canto fúnebre.
El hermoso cadáver de la joven yacía frio y pálido sobre la húmeda turba del suelo, un fino hilo de color ámbar surgía tímidamente de la única herida que su perfecto cuerpo lucia. Mientras, desde las últimas sombras de la noche, unos ojos inyectados en sangre la contemplaban llenos de satisfacción y lujuria…
El calor era insoportable llegado el medio día. Un anciano granjero que vivía junto al viejo bosque de Holwën, aguardaba intranquilo el regreso de su joven y única hija. Se había levantado con la ausencia de la joven y ya era casi la hora de almorzar y aun no había regresado.
Las horas trascurrían y el anciano se impacientaba cada vez más, sin moverse de su porche no dejaba de otear entre los ancianos y tétricos arboles del tan afamado por sus historias, bosque de Holwën.
Cuando la noche se alzo majestuosa sobre el fin del mundo, la infinita paciencia del anciano se agoto y, con el corazón encogido por las oscuras sospechas, tomo una antorcha en su mano y se puso en marcha hacia la aldea más cercana, en donde amigos y vecinos dormían ajenos a su perdida.
La oscuridad aun gobernaba sobre la plaza central, cuando el anciano, tenuemente iluminado por las exhaustas llamas de la antorcha, ahogado en sus lagrimas grito a sus vecinos y amigos palabras de auxilio.
- Ayuda, necesito ayuda para encontrar a mi hija. Amigos y vecinos, soy Deiol y necesito de vuestra ayuda para encontrar a mi hija en el viejo bosque de Holwën…
Gritó y gritó, pero respuesta alguna no hallo, el anciano sentía como su pecho se encogía solo con recordar las historias que durante generaciones se habían contado hablando de jóvenes mujeres que se perdían entre los quebrados troncos de los arboles de Holwën y que jamás volvían a verse, historias que hablaban de cientos, tal vez miles, de jóvenes doncellas como su hija.
Mientras sufría al ver que nadie le ofrecía ayuda alguna, una voluta de humo apareció junto a su mejilla y se esfumo con su primera bocanada de asombro. Se giro rápidamente. Bajo una oscura capucha unos infinitos ojos negros brillaban con la luz que emitían las ascuas de una pipa de tabaco.
El viejo Deiol reculo con el susto, con tan mala suerte que tropezó y cayó al suelo. Ante él dos sombras se alzaban recortando su silueta en el despejado cielo estrellado.
- Tranquilícese señor Deiol, somos parte de los hermano Gron. Nosotros estamos aquí para ayudarle.
- Gracias, muchísimas gracias, no sé cómo puedo agradecéroslo. MI hija…- balbuceaba nerviosamente el viejo granjero.
- No se preocupe por ello, ya hablaremos después. Ahora díganos cuando desapareció su hija exactamente.
- No lo sé, esta mañana vi que no estaba.
- Si desapareció ayer noche… Solo nos quedan dos noches más antes de que vuelva a desaparecer.- Dijo con voz ronca y quebrada el misterioso encapuchado que permanecía algo más apartado y sumido en una total oscuridad.
- Vamos, no podemos perder más tiempo.- dijo el otro encapuchado mientras volcaba al suelo las ascuas de su pipa.
- Pero…- el anciano se quedo allí petrificado mientras veía alejarse a quienes le aseguraban que le ayudarían a encontrar a su hija.
Con las primeras luces del alba, ambos encapuchados, los cuales solo dejaban ver sus profundos ojos, llegaron a los limites que los ancianos arboles marcaban alrededor de su ancestral corazón.
- ¿Crees que habrá abandonado ya el cuerpo o que por el contrario seguirá por aquí pese a nuestra presencia?- pregunto el encapuchado de ojos negros entre calada y calada.
- Ixel necesita esto, si en dos noches no lo consigue tendrá que regresar al averno. Por eso, como hasta dentro de dos noches no conseguirá acumular suficiente poder, no creo que esta vez abandone el cuerpo de la joven. Puede que no lo veamos, pero estará escondido cerca, muy cerca.- dijo el segundo encapuchado de ojos blancos.- Ahora, Zoul, adentrémonos en este lugar de culto, en cuyas raíces se esconde el peor de los demonios que caminan sobre este mundo.
- Como ordenes Gron, tus palabras son órdenes para tu hijo.
Los dos hombres se adentraron en la espesura y la sombra de los siglos los envolvió hasta hacerlos desaparecer.
La brisa silbaba entre las retorcidas ramas de los ancianos arboles. Desde lo alto de una copa una oscura sombra, tan negra como el abismo, descansaba tras un largo día encogida en la brecha de un tronco. Pocos metros más abajo, el joven cuerpo, frio y rígido, aguarda su nuevo destino. Su pelo brilla como la plata bajo la luz de la luna, su tersa y blanca piel se asemeja a la más perfecta porcelana y en sus ojos solo habita el vacio del olvido.
De nuevo el aire se mece. Los ojos de la oscura bestia se abren de par en par aun inyectados en sangre, el aire de la noche le trae el olor de alguien a quien conoce muy bien. El miedo la sobrecoge y la incertidumbre estrangularía su alma si aun la tuviese.
Desea huir, pero sabe que esta es su última oportunidad. Si decidiese marcharse se vería obligada a regresar al vacio del que proviene, pero quedarse podría significar el fin de su propia inexistencia en el este mundo y en el propio averno. Aquella tenía que ser la definitiva, no había tiempo para otra, si al menos… Si, a su mente había acudida la solución perfecta y sin tan siquiera proponérselo. En sus ojos ensangrentados volvía a brillar la misma luz que en la noche en que cazase a la joven.
Entre la luminosidad del cielo estrellado, la sombra corría velozmente hacia lo que sería su fin si salía mal o un nuevo comienzo en este mundo.
- Nos ha descubierto.- dijo Gron.
- ¿Cómo?
Un silbido fino se deslizo por la brisa y llego hasta los oídos del anciano. Para Zoul era demasiado tarde, sus oídos jamás oirían aquel fino silbido pues su cabeza ya rodaba por el suelo. Gron, sin apenas inmutarse ante la pérdida de su compañero, se limpio del rostro la sangre que le había salpicado, para después restregársela en sus blancos ojos. Estos comenzaron a tornarse de color rojo fuego lentamente.
- Pobre inútil, cada vez escoges peor a tus ayudantes. Perdón, se me olvidaba que son tus propios hijos.- se escucho la voz burlona de la bestia que provenía de cada rincón y cada sombra.
- Al menos ellos no son unos parásitos, no son basura etérea que necesita un recipiente para no desbordarse y perderse en el olvido.
- Es verdad, te tengo que dar toda la razón en eso. Por cierto… ¿Qué pintas tu aquí? ¿Cómo has logrado encontrarme?
- Tu hedor es fácil de seguir. Piensa que ya son muchos años persiguiéndote, después de tanto tiempo uno va aprendiendo las malas costumbres de sus enemigos. Te aseguro que a estas alturas sería capaz de sentirte entre los miles de los tuyos que habitan en el abismo del fin del mundo.
- Observo que en tu pecho late con fuerza el mismo odio desde hace siglos. Eso no ha de ser bueno, tanto rencor reconcomiéndote desde hace tantísimo tiempo… Y todo por que acabe con la miserable existencia de tu hermana. Bueno y después con la de tu padre, tu madre, y en definitiva con la de toda tu familia y la de aquella apestosa aldea en la que vivías. Si lo piensas bien, creo que me debes en realidad mucho más de lo que crees. Gracias a mi, y en segundo lugar a aquel juramento, has logrado vivir diez veces más que cualquier otro hombre, has visto nacer y morir reinos enteros, has conocido decenas de amores y muchísimas más cosas. Sin embargo prefieres odiarme y deseas con todo tu ser matarme, me das asco y deseo que esto termine de una vez por todas. Esta noche terminare con la tarea que comencé hace ya nueve siglos, terminar con todos los tuyos. Tu eres el último descendiente verdadero de los Gron y contigo hoy perecerá la única familia de humanos capaz de dar caza a los míos. Con tu muerte terminara esta época de luz y yo y mis hermanos podremos traer la oscuridad a este bosque y a todas las tierras del mundo.
- ¿Llevabas muchos años ensayando esas palabras? Sal y combate. Déjate de fanfarronadas y acepta tu muerte en el mismo lugar que te vio nacer. Esta noche el bosque de Holwën dejara de ser el portal al averno en que lo habéis convertido.
El crujir de la madera se alzo en el vacio eco del bosque, Gron alzo sus rojos ojos y vio como varios árboles se precipitaban hacia él desde los cielos. Empleando las artes heredadas durante generaciones en el seno de su familia, Gron alzo los brazos y profiriendo un grito rechazo el ataque e hizo que los arboles saltasen por los aires. De repente un brillo avanzaba a gran velocidad hacia él, la sombra corría como un relámpago hacia el desprevenido anciano. Gron salto hacia los aires intentando esquivar el ataque de su feroz enemigo, pero era demasiado tarde, la sombra había logrado golpearle y derribarlo en el suelo.
Los golpes se sucedían, la esencia y la sangre se derraman por los suelos, nada se daba por ganado ni por perdido, aquel combate resultaba crucial para ambos rivales y ninguno estaba dispuesto a perderlo.
Gron cayó al suelo mal herido, con el rostro ensangrentado y las ropas sucias por la negar esencia que la sombra derrama. Sabía que debía jugárselo todo a una última baza, un hechizo que su padre le había enseñado siglos atrás. Sosteniéndose sobre una rodilla comenzó a balbucear las palabras que contenían el poder que necesitaba, un lenguaje oculto a todo ser vivo y procedente del más escondido rincón del propio averno.
Mientras el anciano se concentraba, la sombra intentaba recomponerse del último ataque recibido. De un salto bajo del árbol al que se había visto lanzado y observo al viejo Gron, al fin aquel inútil utilizaría su ultima arma, al fin lograba llevarlo donde deseaba.
- Gron, ese truco cutre no te funcionara con migo. He vivido durante milenios entre las ascuas del averno, que invoques una bola de fuego infernal no lograra destruirme.
- Puede que no, pero al menos arrasara todo este bosque y con ello el cuerpo de la joven. Tendrás que regresar al abismo y sabes que allí ya no eres bien recibido.
- ¿Estás seguro de ello?- grito la sombra a la par que se abalanzaba hacia el anciano.
De la palma de la mano broto una pequeña esfera de color rojo intenso, una bola que a medida que se alejaba de Gron crecía y crecía hasta que en apenas un abrir y cerrar de ojos, el cielo estaba iluminado por las mismas llamas del sol y un calor insoportable reinaba en el lugar.
Una gran explosión hizo temblar los cimientos de la tierra, y por unas milésimas le tierra se ilumina como si del mismo sol se tratase. La fuerte honda expansiva pillo al anciano Gron y lo hizo volar hacia atrás, mientras volaba y antes de perder por completo el conocimiento, lo último que logro a ver era como la sombra era engullida por la esfera de fuego.
- ¿Está bien anciano?- los oídos de Gron aun pitaban.
Lentamente abrió los ojos y contemplo la luz de un nuevo día. No era posible, debía de haber muerto, pero aun seguía vivo, todo era muy confuso. Si él seguía allí quería decir que su misión aun no había terminado, si él seguía allí quería decir que…
En un recóndito lugar unos jóvenes jugaban en un riachuelo cuando el más joven de ellos grita…
- Hermano, mira una doncella. Es hermosa, pero sus ojos… son del color de la sangre.

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