miércoles, 31 de mayo de 2017

Colaboración: Última llamada. Una historia de amor. (Capítulo dos)



II

Nunca se sabe cómo va a reaccionar uno en estos casos. Y yo no me había visto antes en una situación similar. Pero, inexplicablemente, me he sentido tranquilo, tras el impacto inicial. Con una calma y una seguridad casi graníticas. Concentrado y consciente de la situación como pocas veces en mi vida.

No quiero llamar a nadie todavía. Y mucho menos a nuestros hijos, que vendrían corriendo y empezarían con todo el papeleo y yo ya no podría disfrutar de estos breves minutos de paz y de soledad con ella. Así que, mientras le coloco el flequillo, recorro en mi mente nuestra vida juntos. No es que la discurra, son como imágenes velocísimas, como fogonazos que alumbran, de golpe, con su resplandor, años enteros. Nunca había pensado así, de esta manera. Debe ser la emoción pero, también, la urgencia por la brevedad, la certeza de que no podré estar mucho más tiempo sin llamar.

Tampoco sé por qué mi mente ordena los recuerdos como si de otra persona se tratara. Como si fuera un íntimo informe realizado por un tercero. Debe ser, trato de convencerme a mí mismo, porque ella no existe ya. Porque ahora estamos en dos mundos diferentes y hay que guardar las distancias. Porque todo debe tener una explicación, como decía antes. Y de nada vale querer ver las cosas de otra manera que no sea la pura realidad objetiva.

Así que toda su vida, y la mía propia, llegan a mi mente.

- Francisco Rodríguez Tejedor. 

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