martes, 1 de septiembre de 2015

Elementos III

                       Los humanos se lanzaron a la carga con toda su infantería y caballería mientras los arqueros tapaban la poca luz que permitían las tormentas hiavianas. La estrategia era la misma desde que los humanos existían, cada parte intentaba destrozar a sus enemigos para lograr la superioridad numérica mientras los elementales se mantenían a raya unos a otros defendiendo así a los humanos. El campo de batalla era pues un centro donde los humanos se despedazaban rodeado de tormentas, relámpagos, tornados, pequeños seísmos, levantamientos de tierra, enormes bolas de fuego... Como si el mundo se destruyera a sí mismo coregrafiando las batallas individuales que sucedían entre los hombres.
                      Bal'az'uq que se había mantenido al margen, observando la batalla. Los bil'uus estaban haciendo un trabajo espléndido con tan poco poder. Incendiaban aquellas flechas que estaban cerca de impactar contra enemigos, lanzaban pequeñas piedras a una velocidad desorbitada como proyectiles hacia los hiavianos que resultaron ser extremadamente eficaces pues para detenerlas no valía un muro ni un pequeño golpe de aire como con las flechas pues perforaban casi sin inmutarse cualquier corriente en cualquier dirección gracias a su propio peso. También ayudaban a derretir los enormes aerolitos para que llegaran siendo pequeños granizos. Sin entrar en combate la victoria parecía decantarse hacia el bando uqiano. En ese momento entró en combate.
                     Lo primero que hizo fue levantar dos gigantescas colinas a ambos lados del lugar en que los hiavianos concentraban sus tropas. El terreno comenzó a temblar, la batalla pareció detenerse y durante un instante, una pequeña fracción de segundo, se hizo el silencio y la voz del Rey de Uq volvió a retumbar en todos lados 'arded malditos traidores de la paz'. Un sonido enmudeció definitivamente todas las voces y sonidos y las montañas estallaron en un mar de piedra fundida. Las cenizas eran tan pesadas y calientes que derritieron todos los granizos y evaporaron la lluvia, formando una masa de nubes y cenizas compacta y oscura con pequeñas trazas rojas que daban la sensación de que el cielo estaba ardiendo. La lava era fluida casi como agua, tal era la temperatura a la que estaba. Los hiavianos se quedaron perplejos e impotentes, no podían mover apenas el aire pues pesaba demasiado y no enfriaban con agua lo suficientemente rápida aquella marea que en apenas unos segundos los convertiría en cenizas y en una raza en grave peligro de extinción, pues allí estaban la práctica totalidad de los varones hiavianos.
                    En el centro, tras el susto inicial, la batalla volvió con intensidad renovada tras el pequeño descanso. Los uqianos aunque inferiores en número presionaban con su infantería en el centro, dejando las alas protegidas por su caballería que esperaba contener el tiempo suficiente a la caballería Hi'ax. Los arqueros de ambos bandos se unieron a la batalla como infantería ligera de apoyo tras agotar sus flechas. Y aunque los uqianos disponían de más arqueros la diferencia númerica apenas varió. Muchos hombres hicieron fama y gloria en esta primera batalla, pero ninguno se recuerda hoy en día... Empero hubo uno que durante largo tiempo fue tan admirado y amado como Bal'az'uq.
                    El magma fue cayendo ante los impotente hiavianos que comenzaron a huir para intentar salvar sus vidas. Muchísimos morían incinerados casi instantáneamente al ser tragados por la marea roja. El ejército enemigo estaba hundido, sin sus elementales los balianos usaron todo su poder para destruir la caballería humana y asi los uqianos envolvieron la enorme masa de infantería. Poco a poco las tropas estaban siendo diezmadas, estaba siendo una absoluta carnicería, la aniquilización absoluta del enemigo, pero como dije antes, esta no fue la que más víctimas produjo pues cuando todo estaba perdido una luz verde iluminó el centro del campo de batalla y el grito de otro hombre fue capaz de superar a todos los demás e incluso pareció ralentizar el mismísimo magma de Bal'az'uq. 'Basta, volved junto a mí hermanos, no me dejéis' un sonido que partió el alma, pues era triste y amistoso, todos sintieron lástima de aquel pobre hombre y los que más cerca de él se encontraban vieron como se arrodillaba y lloraba, y sus lágrimas flotaron en el aire, sus ojos se tornaron verdes aunque siempre habían sido negros y ocurrió algo que dejó atonitos a todos pues aquel aura verde que parecía emanar de la piel del muchacho rodeó a todos los muertos en combate y a los restos que de muchos hiavianos habían quedado tras ser tragados por la piedra fundida. En unos segundos todos recobraron su estado natural, sus cuerpos habían sanado o más bien estaban como si nunca hubieran entrado en combate. Todos descansados y listos para continuar hasta el punto que algunos recién levantados sin saber  bien que había ocurrido se lanzaron a la lucha pero aquel muchacho se levantó y su solo movimiento hizo a todos girar su cabeza para mirarlo. Tiró sus armas, se dio la vuelta y marchó andando. Sus enemigos respetaron su vida y su tregua y sus aliados lo siguieron como a su nuevo líder, todos en silencio tanto hiavianos como Hi'ax se marcharon dejando en el campo de batalla todas sus armas y a los pocos que habían sido reducidos a cenizas y no pudieron ser reanimados. Cuando Hi'ax've, como sería llamado después, se encontraba junto a los volcanes se giró y miró directamente a los ojos  a su rival Bal'az'uq que también había respetado su tregua y detenido el flujo del ardiente líquido y sus cenizas. Desde la distancia los ojos de estos hombres se encontraron, se respetaron y se comprendieron el uno al otro. Aún sin controlar muy bien su poder el joven se detuvo a lamentar profundamente todo el daño que su pueblo y sus aliados habían causado y volvió a gritar una vez más con aquella voz que producía tanta lástima a quien la escuchaba 'perdonadme por lo que hemos hecho, por favor aceptad nuestras disculpas y volved a casa, os lo ruego volved y reencontraros con vuestras mujeres e hijos' y aquella maravillosa aura verde rodeo todos los cadáves posibles del campo de batalla y como una vez había ocurrido, todos los hombres se levantaron intactos y en plenas condiciones.
                       Fue la primera vez que alguien despertó aquel poder, al que muchos llamaron el quinto elemento sin saber muy bien que elemento controlaba, otros lo llamaron sanador, curandero y otros muchos nombres, pero lo cierto es que como más lo llamaron y fue recordado era como Hi''ax've, Rey de los hiavianos y de los Hi'ax, y su poder consistía en el control de la vida, pero no así de la muerte. Pues nunca volvió a luchar y con ello nunca volvió a quitar una sola vida, aunque estuvo en todos los campos de batalla que se sucedieron tras aquel ataque a Uq.
                   

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