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miércoles, 30 de marzo de 2016

Lucy: Capítulo tres.



Capítulo 3:

Me quedé mirándole como una idiota. Seguro que él pensaba que lo era.
- Dime abuelo. – Álvaro se aproximaba a paso ligero hasta nuestra posición. Su voz era bastante grave pese a tener poco más de mi edad.
- Ayuda a la nieta de Alfonso…
- Lucy. –Le interrumpió mi abuelo.
- Lucy. Ayuda a Lucy a buscar un libro, sabes que no estoy muy puesto en los libros que leéis ahora los jóvenes.
- Claro, ¿en qué puedo ayudarte?
Pude notar como todas las miradas se fijaban en mí a pesar de que la mía estaba fija en algún lugar más allá del mostrador. No prestaba atención a lo que decían, solo oía sus voces como si estuviesen en un lugar lejano.
- Lucy, ¿estás bien?
Me temblaron las piernas al oír como pronunciaba mi nombre y mis mejillas tomaron un tono rojizo.
- ¡Lucy! – Mi abuelo puso una mano en mi hombro y me sacudió levemente devolviéndome a la realidad. – Vuelve al mundo.
La llamada de atención de mi abuelo hizo que mirase a los ojos verdes de Álvaro y me pusiera aún más nerviosa. Era bastante más alto que yo, por lo que tuve que levantar bastante la cabeza para hacerlo.
- Oh… si... ya… que… ¿Qué ocurre? – Atropellando una palabra con otra y con la voz temblorosa conseguí proferir aquella pregunta de respuesta bastante obvia.
- Que en qué puedo ayudarte. – Álvaro estaba perdiendo la paciencia conmigo.
- Yo… esto…no…yo… - Balbuceaba cosas sin sentidos.
Los tres rieron formando un coro de escandalosas carcajadas. Aquella situación me estaba superando y mis ojos empezaron a humedecerse.
- Lucy, ¿te encuentras bien? – Mi abuelo se puso serio.
Le miré con los ojos brillantes  y asentí con la cabeza mientras dos lágrimas se deslizaban por mi cara.
<<Corre>>
- No, no, no. – Susurré para mis adentros.
-¿Qué dices? – Mi abuelo empezaba a preocuparse de verdad.
- No, no… ¡No! – Di un grito ahogado.
Las risas de Álvaro y su abuelo cesaron al unísono, como si estuviesen sincronizados. Sus expresiones cambiaron totalmente y ahora me miraban con expectación.
- Lucy, no, ¿qué? –Aún con su mano en mi hombro arqueó la espalda hasta poner sus ojos a la altura de los míos.
<<Corre, imbécil>>
- No puedo. – Las lágrimas seguían deslizándose por mis mejillas.
- ¡Lucy!
<<Mira que eres estúpida>>
Retiré mi hombro bruscamente y salí de la librería corriendo a trompicones y sin rumbo. Mi abuelo salió detrás de mí, gritando mi nombre, pero debido a su ya avanzada edad, hacía un rato que se  había quedado atrás. Pasé varias calles y sentía como la gente clavaba sus ojos en mí.
Como si nunca hubiesen visto a una chica correr. – Pensé.
Seguí corriendo con la respiración entre cortada. Me detuve ante un callejón sin salida y, tras comprobar que no había nadie, decidí parar allí. Fui hasta el final de este y empecé a moverme de un lado a otro intentando controlar la situación. Me dolía la cabeza y apenas podía respirar. Apoyé mi espalda en la pared y me dejé caer hasta quedar sentada en el suelo. Me llevé las manos a la cabeza y pegué las rodillas al pecho, apoyando mis codos sobre ellas. Jadeé en un intento fallido de respirar, cosa que tampoco el llanto facilitaba.
<<Eres patética>>
- Cállate.
<< Sabes que tengo razón>>
- Pero… ¿con quién demonios estoy hablando?
Con el sofocón y los nervios no había pensado en aquello. Levanté la cabeza con el propósito de ver a alguien y recorrí todo el callejón con la vista sin resultado alguno.
- No puede ser.
La sangre se esfumó de mi cara y noté como se me abrían los ojos como si se fuesen a salir de las cuencas. Presa del pánico, intenté levantarme de un salto, pero las piernas me fallaron. Me hubiese dado de bruces de no ser porque puse la mano y, sin fuerza, me dejé caer en el suelo de costado. Luchaba por tomar una bocanada de aire, pero ya no entraba nada de aire en mis pulmones.
Allí, tirada en el suelo y medio moribunda, conseguí proferir una última frase entre susurros.
- ¿Quién… quién eres?
<< ¿Quién soy? Já. Soy Lucy>>
Todo se desvaneció a mi alrededor.

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