Quién sabe si algún día ocuparé el primer lugar. De momento mi persona siempre es relegada a más baja posición. Y nunca grito, aunque mi alma llore en silencio. Observo y me entristezco, guardando para mí el dolor.
Sigo andando; sin embargo, miro hacia el suelo. Ya no tengo ganas de encontrar unos ojos, ya no tengo ganas de intercambiar palabras; porque, al final, siempre soy eso: nada.
Pero no miento, agazapada entre la sombra que protege mi ser, a veces sueño con una mano que traiga luz. Una mano que me eleve a lo más alto, una mano que sienta que yo soy lo primero, y quiera gritarlo al mundo.
No obstante, ella, mi protectora, vuelve a recordármelo: son sólo sueños.
Mi Pluma LMC
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