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jueves, 27 de julio de 2017

El imaginario mundo de Fendo por Leticia Meroño

El cielo estaba nublado ocultando la luminosidad de las estrellas. Aun así acudió a su cita habitual en el bosque.
Caminó hasta la esplanada de la laguna. Se quitó los zapatos y sumergió los pies; le encantaba sentir el frescor del agua. Cuando le invadió el frío los sacó y anduvo por la hierba hasta que los tuvo completamente secos. Todavía descalzo, se tumbó en el suelo, panza arriba, y observó el cielo.
Las nubes se abrieron dejando a la vista gran cantidad de puntos luminosos. Las estrellas fugaces se sucedieron una tras otra generando un espectáculo similar a los fuegos artificiales. Uno de los fogonazos se dirigió a gran velocidad hacia Fendo y frenó justo antes de tocar su nariz. La bola de luz mostraba una especie de boca que habló.
—Pide tu deseo.
—Deseo poder ver esta noche las estrellas.
—¿No prefieres el éxito, el amor, dinero o salud? Es lo que pide la gente habitualmente.
—Deseo poder ver esta noche las estrellas.
La luz giró varias veces sobre su cabeza y regresó a toda velocidad hacia el cielo. Las nubes volvieron a juntarse y la oscuridad cubrió la noche.
Fendo cerró los ojos y se quedó dormido hasta que el frío lo despertó. Cuando abrió los ojos la noche seguía igual de oscura. Se levantó, se puso los zapatos y se marchó.
A la noche siguiente, a pesar de que volvía a estar nublada, como ya estaba siendo habitual en aquel lugar, volvió al bosque. Se mojó los pies, paseo por la hierba y se tumbó. Esta vez no separó las nubes, se dedicó a observar con detalle el cielo. Miró y miró hasta que vislumbró un pequeño claro. Se levantó entusiasmado y fijó su visión en aquel punto, donde brillaba una hermosa estrella.

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