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jueves, 12 de octubre de 2017

Cadenas por Leticia Meroño

Un día, como otro cualquiera, llega la realidad. Lo que siempre supiste, y no solo por intuición si no por hechos que sucedían una y otra vez ante tus ojos. Aun así quieres creer, o más bien te hacen creer que estás loca. Todo está en tu cabeza, dicen. La desazón crece un poco más en tu ser, tu corazón se marchita sin entender el porqué. Día a día cada palabra va minando tu razón y dentro de ti solo existe la desesperación, una tan grande que no eres capaz de dominar. Te sientes infeliz y una vez más te hacen sentir que es culpa tuya. Tú destruiste la vida, tú y solo tú creaste tanta zozobra. Ya solo lloras. A cada segundo las lágrimas luchan por brotar. Ya no hay sonrisas y vagas por el mundo como un alma en pena, con la pena frenando cada paso, una losa de tristeza sobre tu frágil cuerpo.
El día llega, como otro cualquiera, pero esta vez trae la realidad. La venda se cae bruscamente de los ojos, y aun así no quieres reconocerlo. Poco a poco no hay marcha atrás y comprendes todas las mentiras que consiguieron hundirte y hacerte sufrir de una manera que ni siquiera sabías que existía.
Ante ella, la realidad, te haces fuerte. Ahora sabes, gracias a ese día cualquiera, que no estás loca. Intentas desprenderte de vínculos creyendo que morirás por ello; sin embargo, a cada golpe de realidad te haces más y más fuerte. Las lágrimas no cesan pues todavía hay mucho sufrimiento que liberar. El daño permanecerá por siempre, pero la vida te da una gran lección, tú no estás loca y nunca volverás a permitir que alguien te lo haga creer. 
Un día cualquiera te encuentras de nuevo y sonríes mientras observas las mentiras de la vida. Tu corazón ya no se ahoga, tan solo siente pena ante lo patético del ser. 
Ya no hay lágrimas para quien quería hundirte. Ya no hay lágrimas para quien mintió en cada palabra. Ya no hay lágrimas para el desprecio. Tus lágrimas son solo tuyas, queriendo vaciarte de todo el dolor con el que otros tanto disfrutaron. Y en cada lágrima recuperas un poco más de ti. La felicidad vuelve para desgracia de aquellos que querían hacerte ver que eras infeliz.
Y un día cualquiera rompes las cadenas porque la verdadera libertad se obtiene rompiendo las cadenas de aquello que solo reporta dolor.

2 comentarios:

  1. Todas las heridas cicatrizan Leticia. Muy bueno el relato.

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  2. Eso no es del todo cierto. Si la gente fuera consciente de que hay heridas que nunca sanan, que marcan para siempre, el ser humano se cuidaría mucho de no dañar a nadie, o al menos los que tengan un poco de corazón. No herir es no tener que esperar a que nada cicatrice. Yo, obviamente, vivo en un mundo utópico.
    Muchas gracias por leer y comentar, es todo un honor que me llena de ilusión.

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