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miércoles, 3 de agosto de 2016

Colaboración: Mentiras sobre Escocia.



La noche aun era tibia cuando el Sr. Edmon se estaba despertando, en su boca sentía que algo la cerraba, impidiendo que la abriera para bostezar, estaba acostado en un montón de cartones que permanecía en el oscuro callejón que aun no reconocía, pues se estaba dando cuenta, mientras buscaba como quitarse lo que no le permitía abrir los labios. Sentía que en sus piernas le estaba dando frío consecuencia de que se había orinado antes y no pudo despertarse para bajarse la cremallera. Continuo buscando la manera de abrir sus labios, entonces sintiendo un poco de dolor incomodo se arrancó lo que aparente cerraba su boca, se dio cuenta que eran restos de sangre que brotaron en un momento, algo le había pasado mientras estuvo en el bar el pez frito. Mientras pudo ponerse de pie porque su cuerpo aun tambaleante de la juerga que en la que anoche anterior estuvo, haciendo memoria sabia que entre sus bolsillos se encontraban una buena cantidad de dinero que se había ganado, en las maquinas traganíqueles del bar. ¡Exacto!  Entonces se dijo. Cuando sus recuerdos se estaban aclarando, comenzó a hilvanar desde el principio de la tarde, cuando salió de casa en la calle Trexc Label con la 123 Avenue, eran aproximadamente las tres de la tarde y miro su reloj viendo que había pasado bastante tiempo a fuera desde que salió de su casa, claramente 12 horas, pues eso era lo que marca en este momento el reloj que en su bolsillo cargaba. Era de buena marca y fue un recuerdo que le dejo su padre antes de morir. Termino por arrancarse el pedazo de costra que  quedo en sus manos, pudo mirarlo entre la escasa luz en que se encontraba, que eran restos de sangre, entonces nublado e inverosímil comenzó a medio recordar, porque tenía el labio partido. ¡Ah! se dijo mientras termino de incorporarse. Fue el hijo de Clainton McGwire. Con el tuve unas palabras antes de que finalizara la noche, se decía a sí mismo. Recuerdo algo como una disputa muy acalorada y allí fue donde sentí una lluvia de golpes y patadas sobre mi cabeza, cuando caí en el piso, el andaba como siempre acompañado por cinco más, buscando siempre problemas.
De ahí provenía el malestar que cargaba además de la resaca que parecía que le quería sacar los ojos como un objeto filoso que se incrustaba entre sus dos lóbulos, queriendo sacarlos. Se puso las dos manos tapándolos para sostenerlos, mientras venia paulatina recordando el sentido de equilibrio del que no recordaba cuando fue la última vez que durante la noche lo estuvo, pues luego de los fuertes golpes, solo medio los recuerda, como lluvias y truenos que se derrumbaron en un fuerte dolor que ahora ahuecaba su cabeza. Trastabillando dio los primeros pasos en el oscuro callejón que daba a la calle donde aun se escuchaba el tenue sonido de una radio que hacia alguien al cambiar. Le subía de repente el volumen y a su vez se le bajaba, ese pequeño y significante motivo le dio la oportunidad para pensar que aun no era tan tarde como su reloj le había marcado; termino de salir y un vehículo azul marca Mercedes Benz, silbo por entre la Avenida principal a una gran velocidad que apenas le dio tiempo para identificar, siguió por en medio del doble rayado de la calle, como si vinieran huyendo de algo, luego de cometer algún delito, en otro lugar; lo hilvanaba mientras venia saliendo agarrado de la pared, donde alcanzo a tener plena vista de donde se encontraba. En Escocia la gente suele inventar muchas historias fantásticas y a su vez pasajes verdaderos que cuentan en los andenes de los trenes o pasillos del centro de la ciudad a los turistas que pagan con una libra que les sirve para el almuerzo a los que suelen hacerlo, que se convierten al pasar un tiempo en una variada conversación que suelen comentar entre sus habitantes. Para el momento el Sr. Edmon McColl Parisini, este no era algo pasajero.
Porque hace años supo de un carro azul que deambulaba la ciudad y entonces en ese momento, sitio algo de miedo y entre sus copas, que aun movían su cabeza haciendo perder su estabilidad y  como perder el equilibrio,  sintiendo que sus pasos zigzagueantes les hicieran tener miedo de dar el próximo si estar sostenidos sus dos brazos por las paredes, mientras daba los otros siguientes, estando de espaldas a la calle, cuando logro alcanzar el borde de la esquina rugosa de la pared mientras se desplazaba. Volvió la cabeza y aun para divisar los bombillos del fantasmagórico vehículo que se alejaban por entre la calle larga, hasta donde dejaba ver la espesa niebla que ocultaba como a unos veinte metros cuando se tapaba y dejaba un pequeño punto rojo diminuto como dibujo en un blanco papel del  ampliado e imaginativo horizonte. Continuo deslizándose por entre la calle atento a los demás ruidos que se escuchaban además del pequeño sollozo de los gatos que saltaban de una calle a la otra, aguantándose y como danzando en el pequeño espacio de su mundo en celo. Por un momento se sintió jadeante y sin pensar busco en el bolsillo derecho de su camisa una caja de cigarrillos aplastados que aún le quedaba de juerga de anoche que aun le hacía estragos. Como pudo se volvió hacia adelante para seguir buscando el encendedor, mientras se sostenía se llevo a la boca aun dolorida el cigarro que a duras penas, inclinándose un poco hacia arriba sus doloridos codos, logro sacar de la escasa cajetilla, dándose cuenta entre la sublime luz de la noche y las sintéticas lumbreras anaranjadas que no hacían competencia y menos se desesperaban por hacerlo con mayor fuerza en contra de la natural que venía del cielo, dejando la responsabilidad natural,  como por flojera a trabajar en su incompresible brillo disminuido que no alcanzaba a la vista de unos metros. Como pudo se sentó entre la acera puestos sus pies extendidos en la avenida, buscando aclarar donde se entraban y si no se había apartado mucho del bar en sus cansados pasos, termino deprender el cigarrillo sentado en sus posaderas en el duro cemento, su cuerpo hacia como buscando acostarse de nuevo y él se resistía para no hacerlo, pues quería llegar a la habitación donde vivía con los demás pregoneros que lo acompañaban, pues esta noche luego de que, cobro un terminal que acostumbraba a jugar todos los días y esta vez sí pudo acertarle luego de mucho intentos fallidos.
Entonces al cobrar decidió, antes de que se ocultara el día tomarse una pintas para celebrar su fugaz hazaña, que termino en la basura y echando por la borda en su intento por creer que era un hombre de dinero, y entonces mientras estuvo en el bar gritaba y brindó a todo los presente con alegría mientras duraba. Fumó su cigarro y contemplaba el difumar del humo hacia arriba y se preguntaba a donde terminaría de llegar, si el cielo estaba cubierto de blancas nueves, mucho más grandes que las de este  y terminaría por devorarle como el elixir del licor de anoche término con él haciendo en su abatido cuerpo. Todo le dolía hasta la tercera costilla falsa donde dicen los creyentes que nace la mujer, nunca había pensado en esto hasta que se toco y sitio el punzante dolor, como si su punta filosa se incrustara entre la carne, se quejaba y  se decía como duelen esas mujeres que viene de nuestros adentros. Por un instante recordó a su hija que tanto amaba y la que muchas veces lo bañaba, buscando que el de la calle se alejara. Pero él se decía soy terco como un escoses, nadie ni siquiera ella ni su madre lograran cambiarme y se he de pasar más días afuera de la casa lo haré, hasta que se me respete.
El cigarro que llevaba a la mitad y le estaba quemando el lateral del anular y el medio,  entonces con ayuda de la otra mano lo apartó, subiéndolo un poco más alejándolo de su tostada carne que ya la sentía caliente. Una sombra alta vio que una de las paredes se reflejaba y venia disminuyendo entonces sigiloso se recostó entre sus brazos y la cera para inclinarse y tener una mejor vista, antes de que su cuerpo terminara por clavar su frente en la ceniza del ardiente del cigarro que sostenía, en ese momento giro mejor la vista, temeroso de que fuera un fantasma de la noche que vino hacerle compañía. Con la mano derecha hacia adelante y la otra que sostenía el cigarrillo y su cuerpo pudo con esta alcanzar a ver la hora solo habían pasado cuarenta y ocho minutos desde que se despertó entre las cajas donde se encontró tirado desde la temprana anoche. Entre tanto la sombra que desapareció se fue convirtiendo en un cuerpo  de carne que daba pasos hacia donde él se encontraba, se dio cuenta en la espesura que era una mujer de uniforme verde de las que atienden en los hospitales, solo supo por el uniforme, más no sabía si era una enfermera o una ayudante; igual se dispuso cuando pasara a saludarle cordial como siempre lo hacía para no asustar a la gente cuando en sus noches de pintas se encontraba. Logro divisar a la mujer antes que más de cerca se lo encontrara, ella venía dando pasos acelerados hacía el cómo enfrentarlo, noto la colilla del cigarro y volvió a mirar el reloj, cuando había pasado solo diez minutos desde que lo había visto por ultimas vez. Cuando la mujer estuvo más cerca le hablo diciendo. No sé qué haces allí sabes que tengo que trabajar temprano y no terminas de llagar a la casa, te fui a buscar donde te quedas, para que me acompañes y mira donde te encuentro borracho como siempre, por eso es que ya no vivo contigo, Eres una piltrafa cuando consumes alcohol. El término por reconocerla era la madre de su hija, con la que aun guardaba un tipo de relación en común por la hija, y cuando ella se iba temprano al hospital le pasaba buscando, para que la acompañara y no anduviera sola. En ese momento él le respondió.
.- No vengas a insultarme hago mucho por ti cuando te acompaño. El hizo a levantarse y no podía.
Entonces ella lo cogió por uno de los brazos para ayudarle. Logro ponerlo de pie entre quejidos. Dándose cuenta que su boca aun sangraba. Le preguntó ¿Que le había pasado? El no le dijo nada y termino por enderezarse, agarrado de su mano. Vayámonos le dijo, terminare de acompañarte. Allá en el hospital con tus amigas me colocas algo, caminemos rápido de aquí. Ella asintió sin decir más nada y se largaron por entre las tinieblas que arropan las calles de las siniestras noches escocesas. Fin.

Colaboración de Daniel Verastegui

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