Capítulo
3:
Me quedé
mirándole como una idiota. Seguro que él pensaba que lo era.
- Dime abuelo. –
Álvaro se aproximaba a paso ligero hasta nuestra posición. Su voz era bastante
grave pese a tener poco más de mi edad.
- Ayuda a la
nieta de Alfonso…
- Lucy. –Le interrumpió
mi abuelo.
- Lucy. Ayuda a
Lucy a buscar un libro, sabes que no estoy muy puesto en los libros que leéis ahora
los jóvenes.
- Claro, ¿en qué
puedo ayudarte?
Pude notar como
todas las miradas se fijaban en mí a pesar de que la mía estaba fija en algún
lugar más allá del mostrador. No prestaba atención a lo que decían, solo oía
sus voces como si estuviesen en un lugar lejano.
- Lucy, ¿estás
bien?
Me temblaron las
piernas al oír como pronunciaba mi nombre y mis mejillas tomaron un tono rojizo.
- ¡Lucy! – Mi
abuelo puso una mano en mi hombro y me sacudió levemente devolviéndome a la
realidad. – Vuelve al mundo.
La llamada de
atención de mi abuelo hizo que mirase a los ojos verdes de Álvaro y me pusiera
aún más nerviosa. Era bastante más alto que yo, por lo que tuve que levantar
bastante la cabeza para hacerlo.
- Oh… si... ya…
que… ¿Qué ocurre? – Atropellando una palabra con otra y con la voz temblorosa
conseguí proferir aquella pregunta de respuesta bastante obvia.
- Que en qué
puedo ayudarte. – Álvaro estaba perdiendo la paciencia conmigo.
- Yo… esto…no…yo…
- Balbuceaba cosas sin sentidos.
Los tres rieron
formando un coro de escandalosas carcajadas. Aquella situación me estaba
superando y mis ojos empezaron a humedecerse.
- Lucy, ¿te
encuentras bien? – Mi abuelo se puso serio.
Le miré con los
ojos brillantes y asentí con la cabeza
mientras dos lágrimas se deslizaban por mi cara.
<<Corre>>
- No, no, no. –
Susurré para mis adentros.
-¿Qué dices? –
Mi abuelo empezaba a preocuparse de verdad.
- No, no… ¡No! –
Di un grito ahogado.
Las risas de
Álvaro y su abuelo cesaron al unísono, como si estuviesen sincronizados. Sus
expresiones cambiaron totalmente y ahora me miraban con expectación.
- Lucy, no,
¿qué? –Aún con su mano en mi hombro arqueó la espalda hasta poner sus ojos a la
altura de los míos.
<<Corre,
imbécil>>
- No puedo. –
Las lágrimas seguían deslizándose por mis mejillas.
- ¡Lucy!
<<Mira que
eres estúpida>>
Retiré mi hombro
bruscamente y salí de la librería corriendo a trompicones y sin rumbo. Mi
abuelo salió detrás de mí, gritando mi nombre, pero debido a su ya avanzada
edad, hacía un rato que se había quedado
atrás. Pasé varias calles y sentía como la gente clavaba sus ojos en mí.
Como si nunca hubiesen visto a una chica
correr. – Pensé.
Seguí corriendo
con la respiración entre cortada. Me detuve ante un callejón sin salida y, tras
comprobar que no había nadie, decidí parar allí. Fui hasta el final de este y
empecé a moverme de un lado a otro intentando controlar la situación. Me dolía
la cabeza y apenas podía respirar. Apoyé mi espalda en la pared y me dejé caer
hasta quedar sentada en el suelo. Me llevé las manos a la cabeza y pegué las
rodillas al pecho, apoyando mis codos sobre ellas. Jadeé en un intento fallido
de respirar, cosa que tampoco el llanto facilitaba.
<<Eres patética>>
- Cállate.
<< Sabes
que tengo razón>>
- Pero… ¿con
quién demonios estoy hablando?
Con el sofocón y
los nervios no había pensado en aquello. Levanté la cabeza con el propósito de
ver a alguien y recorrí todo el callejón con la vista sin resultado alguno.
- No puede ser.
La sangre se
esfumó de mi cara y noté como se me abrían los ojos como si se fuesen a salir
de las cuencas. Presa del pánico, intenté levantarme de un salto, pero las
piernas me fallaron. Me hubiese dado de bruces de no ser porque puse la mano y,
sin fuerza, me dejé caer en el suelo de costado. Luchaba por tomar una bocanada
de aire, pero ya no entraba nada de aire en mis pulmones.
Allí, tirada en
el suelo y medio moribunda, conseguí proferir una última frase entre susurros.
- ¿Quién… quién eres?
<< ¿Quién soy? Já. Soy
Lucy>>
Todo se desvaneció a mi
alrededor.