Mano que aprieta, que ahoga, un pequeño hilo de aire respiro. Mis ojos no comprenden, y tus ojos inyectados en sangre me muestran al mismísimo diablo. ¿Qué mal hice para acabar muriendo en tus manos? Mi corazón late presuroso, mi alma rota... llora.
Ya no lucho, tan solo espero que la oscuridad se lleve el rostro del mal para siempre.
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