Vago cada noche, de rincón en
rincón, buscándola.
He sido condenado por ella,
embaucado, engañado. Dicen que los vampiros no pueden sentir, os aseguro que
eso no es cierto. Me hizo sentir alguien especial cuando aún era humano, deseé
tener su beso soñando con una eternidad juntos, se lo entregué todo.
En nuestra unión sentí una
conexión fuera de lo común, y cuando bebí su sangre mis sentidos se agudizaron,
los sentimientos crecieron haciéndome experimentar una felicidad infinita. Nada
podría con nosotros. Ella y yo para siempre.
Nos miramos durante minutos a los
ojos. En sus ojos, color fuego, pude ver la variación que comenzaban a sufrir
los míos. No estoy seguro, pero creo que por su mejilla caía una lágrima.
Percibí un dolor inmenso en las encías y tuve que dejar de mirarla, me tiré al
suelo presa de una tortura indescriptible. Mi dentadura cambiaba. El daño se
transportó a mis dedos, mis uñas crecían. Nunca había sentido un dolor tan
agudo, o eso creía, el que vendría después fue el que destrozó mi existencia
para siempre.
Cuando la transformación se hubo
completado me puse en pie, tomé consciencia de mi nuevo ser. La busqué para
abrazarla, miré a uno y otro lado, ella no estaba. Sentí algo punzante en mi
corazón. Agudicé todos mis sentidos y presentí que se encontraba en el tejado.
Corrí hacia ella, trepé los muros, pero cuando llegué no hallé nada.
En el silencio de la noche, bajo
su oscuridad alumbrada por el resplandor de la luna grité su nombre:
—¡Catania!
No tardé en derrumbarme al no
recibir su respuesta. Comenzaba una nueva vida, solo.
Continuará…
Mi Pluma LMC
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