Durante varias décadas las batallas se sucedieron, y los hiavianos y balianos empezaron a menguar rápidamente en número pues eran el objetivo principal de ambos ejércitos. Si bien Hia'ax've devolvía a la vida una y otra vez a aquellos que podía, lo cierto es que la completa carbonización los dejaba fuera del alcance de todo poder y la lentitud con la que gestaban las mujeres y crecían los niños les impedía recuperar sus fuerzas de las devastadoras campañas con los humanos. Así ambos bandos se intentaron exterminar de esta forma.
Aún viendo su decadencia por culpa de las guerras, los hiavianos y balianos no cejaron en su intento de vencer al rival sin darse cuenta, o quizás sí que eran conscientes, de que el mundo dejaba de pertenecerles y pasaba a manos humanas con lo que el motivo fundamental de la guerra empezaba a perder el sentido. Aunque simbólicamente hacia tiempo que los líderes de ambos bandos eran humanos, ahora realmente todo el poder, principalmente el militar, recaía sobre los últimos nacidos.
Siendo éstos dueños absoluto de todas las ciudades del mundo, el odio que se sentían los pocos miembros vivos de las razas antiguas comenzó a menguar, y así paulatinamente los humanos fueron abriendose más unos a otros y dudando de la finalidad de la guerra hasta que al fin los dos mayores hombres que dio aquella época tuvieron su primer encuentro en persona, algo que ambos habían deseado desde que Hi'ax've descubriera su don en su primera batalla en Uq.
De aquel encuentro y de lo que hablaron nadie supo nada. Solo que la paz iba a ser firmada y los dos reinos que antes se mataban ahora se fundirían en uno solo para olvidar el pasado y comenzar un nuevo futuro como un solo pueblo. Obviamente aquello no gustó demasiado a los balianos ni a los hiavianos que aún quedaban pero su número era tan reducido que apenas tenían voto en las decisiones de cada reino. La decisión de aquellos dos reyes fue ejemplar pues renunciaron a su posición y entronaron a un hombre nacido de ambas culturas. Al que llamaron Hil'az've, quien eligió Uq como capital del Reino. Una vez este hombre fue coronado, los dos anteriores reyes desaparecieron juntos y nadie más supo de ellos. Muchas historias se contaron del lugar a donde fueron pero nadie supo jamás realmente lo que hicieron tras desapacer.
Durante unas décadas el reino estuvo en paz, y los balianos y hiavianos comenzaron a crecer en número aunque siempre en menor proporción que los humanos. Pero si hay una cosa certera en este mundo es que la guerra siempre vuelve. Y así fue, aquellos humanos que decidieron quedarse en su ciudad, los que jamás se movieron de su lugar de origen llegaron una mañana de otoño sin previo aviso hasta las puertas mismas de Uq.
Los primeros fueron un pequeño grupo de diez personas de piel muy oscura y de rostros enjutos, ojos negros como el azabache y el pelo, del mismo color, corto y rizado. Al igual que fueron vistos, desaparecieron sin llegar a tener contacto con los uqianos. Nadie dio importancia a aquel incidente hasta que llegaron las hordas. El número de personas que aparecieron dejó estupefactos a todos los habitantes del reino, aún más a su Rey que sin dudarlo organizó las fuerzas defensivas. Por primera vez hiavianos, Hi'ax y uqianos lucharían juntos tras milenios de guerras. La paz actual había permitido aumentar algo el número de personas con capacidad para manejar los elementos, y así se conformó el ejército con cuatro cuerpos: infantería en el centro, caballería en las alas, arqueros en retaguardia junto a bil'uus y por último hiavianos y balianos. Antes de la batalla el Rey Hil'az've animó a sus tropas y ellos se sintieron invencibles antes de la batalla y así habría sido de encontrar un ejército similar. Pero lo que estaba frente a ellos fue algo que los dejó aún más sorprendidos. Aquel ejército lo componía un innumerable cuerpo de infantería, armados con lanzas largas y armaduras de cuero, que desbordaba las alas de la caballería, y tras ellos decenas de miles de arqueros junto a una serie de máquinas que jamás habían visto.
Así la batalla dio comienzo al mediodía. Pequeños huracanes y algunos granizos gigantes golpeaban la masa de infantería a cambio el ejército recién llegado devolvía enormes piedras lanzadas con violencia al conjunto del enemigo, o pequeñas y medianas piedras afinando más la puntería sobre las zonas donde más presionaban a sus tropas. También lanzaban jarras con aceite y después flechas incendiarias y prendían fuego incluso a algunos de los suyos, pero la furia con que se lanzaban al ataque en combate individual era incontrolable. El ejército uqiano estaba cediendo en las alas donde la caballería era incapaz de contener a la infantería armada con lanzas, y, aunque el centro aún aguantaban las envestidas, si lograban envolverlos todo acabaría para siempre. Asíque el monarca decidió retirarse a la ciudad y elegir una nueva estrategia pues aquella les llevaba a la perdición, pensó que las murallas podrían protegerle...
Al llegar a la ciudad los invasores se quedaron a cierta distancia y colocaron sus máquinas a la suficiente distancia para bombardear las murallas, cosa que hicieron durante una semana. Además montaron un campamento alrededor de Uq y se alimentaron de los cultivos cercanos y de algunas caravanas, que ilusamente salieron de sus ciudades pensando que al llegar tendrían un enorme ejército vencedor deseoso de celebrar la victoria. Esta semana la emplearon para construir, con árboles de los bosques circundantes, dos grandes torres de madera que fueron empujando hasta situar a la altura de las murallas sobre las que cayó un puente, tras este una abertura de la que comenzó a salir una marea desbordante de hombres armados esta vez con espadas cortas de hierro y escudos redondos de madera tachonada de cuero. Éstos se lanzaron sobre la ciudad, Uq se había mostrado confiada y apenas había hecho más que ver lo que otros hombres lograban con su habilidad manual, eso les llamaba la atención pues estaban acostumbrados a las comodidades del poder de los bil'uus y de hiavianos y balianos, ya que eran quienes se encargaban de construir todo. La lucha fue sangrienta, larga y muy dura para todos, tanto invasores como defensores, y al final cuando todo terminó Uq había sido conquistada. Aunque su monarca no fue capturado ya que logro huir para refugiarse en Hia'vea la segunda gran ciudad del reino.
Los invasores renombraron a la ciudad como Uruq, que para ellos significaba ciudad conquistada. Sus ciudadanos no fueron exterminados, pero sí se les impusieron las leyes de este pueblo y aunque no los trataron mal, nunca tuvieron ningún derecho. Éstos nuevos dominadores no se conformaron ahí y poco a poco fueron conquistando ciudades y pueblos hasta cercar a Hil'az've en Hia'vea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario