Toc, toc. La puerta cruje alguien llama. Acudo a abrirla, pero sólo
la noche y la brisa me aguardan. Toc, toc. Suena de nuevo, no puedo
moverme el frío me hiela los huesos. Toc, toc. Vuelve a sonar, y a la
puerta me vuelvo a acerca.
“¿Quién va?” Preguntó con pavor, una
voz en susurros me contesta que yo. Abro la puerta buscando algún fin,
pero en el cielo me veo reflejado sin ti. Parpadeo y la imagen se ha
esfumado.
Cierro la puerta y me acurruco en el sofá, y en la
habitación resuena un leve tic tac. El cuco marca las doce menos un
minuto, justo hace un año fue la última vez que estuvimos juntos.
Tic
toc. La puerta vuelve a sonar. Abro la puerta con cuidado, pero sé que
me he de asomar. Tu rostro me mira frío y sereno, mi alma se destroza
como hace ya un invierno.
La felicidad recorre mi cuerpo, al verte
de nuevo aquí. Pero tus ojos son fríos, casi eternos. Tu mirada se
pierde más allá del momento. La frialdad de tu rostro recuerda el
momento en que te acompañe en tu entierro. Momento que revivo cada año,
esta noche, otra noche como la de hace tanto tiempo. Tanto tiempo ya
pasado que no logro recordar los motivos del por qué te he matado.
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