La joven caminaba entre los viejos y retorcidos arboles que
amenazaban con atraparla con sus numerosas y arrugadas ramas. El olor
del tiempo se había acumulado durante siglos en los huecos de la madera,
un hedor que parecía perseguirla a cada paso y la extenuaba con cada
bocanada de aire que tomaba.
No muy lejos, una oscura sombra
brincaba de copa en copa, persiguiendo el dulce aroma a juventud que la
doncella exudaba por cada uno de los poros de su piel. La sombra se
movía con una agilidad y velocidad propia de su elemento, y en sus ojos
ensangrentados un atisbo de felicidad asomaba a cada inspiración que
tomaba cargada con el embriagador perfume de la joven.
Las horas
transcurrían rápidamente bajo la mirada acusatoria de la luna, pero
antes de que el sol despertara por el horizonte y trajese consigo la paz
de un nuevo día, un grito desgarrador hizo teñirse el horizonte de
rojos y que miles de aves se alzasen entonando un canto fúnebre.
El
hermoso cadáver de la joven yacía frio y pálido sobre la húmeda turba
del suelo, un fino hilo de color ámbar surgía tímidamente de la única
herida que su perfecto cuerpo lucia. Mientras, desde las últimas sombras
de la noche, unos ojos inyectados en sangre la contemplaban llenos de
satisfacción y lujuria…
El calor era insoportable llegado el medio
día. Un anciano granjero que vivía junto al viejo bosque de Holwën,
aguardaba intranquilo el regreso de su joven y única hija. Se había
levantado con la ausencia de la joven y ya era casi la hora de almorzar y
aun no había regresado.
Las horas trascurrían y el anciano se
impacientaba cada vez más, sin moverse de su porche no dejaba de otear
entre los ancianos y tétricos arboles del tan afamado por sus historias,
bosque de Holwën.
Cuando la noche se alzo majestuosa sobre el fin
del mundo, la infinita paciencia del anciano se agoto y, con el corazón
encogido por las oscuras sospechas, tomo una antorcha en su mano y se
puso en marcha hacia la aldea más cercana, en donde amigos y vecinos
dormían ajenos a su perdida.
La oscuridad aun gobernaba sobre la
plaza central, cuando el anciano, tenuemente iluminado por las exhaustas
llamas de la antorcha, ahogado en sus lagrimas grito a sus vecinos y
amigos palabras de auxilio.
- Ayuda, necesito ayuda para encontrar
a mi hija. Amigos y vecinos, soy Deiol y necesito de vuestra ayuda para
encontrar a mi hija en el viejo bosque de Holwën…
Gritó y gritó,
pero respuesta alguna no hallo, el anciano sentía como su pecho se
encogía solo con recordar las historias que durante generaciones se
habían contado hablando de jóvenes mujeres que se perdían entre los
quebrados troncos de los arboles de Holwën y que jamás volvían a verse,
historias que hablaban de cientos, tal vez miles, de jóvenes doncellas
como su hija.
Mientras sufría al ver que nadie le ofrecía ayuda
alguna, una voluta de humo apareció junto a su mejilla y se esfumo con
su primera bocanada de asombro. Se giro rápidamente. Bajo una oscura
capucha unos infinitos ojos negros brillaban con la luz que emitían las
ascuas de una pipa de tabaco.
El viejo Deiol reculo con el susto,
con tan mala suerte que tropezó y cayó al suelo. Ante él dos sombras se
alzaban recortando su silueta en el despejado cielo estrellado.
- Tranquilícese señor Deiol, somos parte de los hermano Gron. Nosotros estamos aquí para ayudarle.
- Gracias, muchísimas gracias, no sé cómo puedo agradecéroslo. MI hija…- balbuceaba nerviosamente el viejo granjero.
- No se preocupe por ello, ya hablaremos después. Ahora díganos cuando desapareció su hija exactamente.
- No lo sé, esta mañana vi que no estaba.
-
Si desapareció ayer noche… Solo nos quedan dos noches más antes de que
vuelva a desaparecer.- Dijo con voz ronca y quebrada el misterioso
encapuchado que permanecía algo más apartado y sumido en una total
oscuridad.
- Vamos, no podemos perder más tiempo.- dijo el otro encapuchado mientras volcaba al suelo las ascuas de su pipa.
-
Pero…- el anciano se quedo allí petrificado mientras veía alejarse a
quienes le aseguraban que le ayudarían a encontrar a su hija.
Con
las primeras luces del alba, ambos encapuchados, los cuales solo dejaban
ver sus profundos ojos, llegaron a los limites que los ancianos arboles
marcaban alrededor de su ancestral corazón.
- ¿Crees que habrá
abandonado ya el cuerpo o que por el contrario seguirá por aquí pese a
nuestra presencia?- pregunto el encapuchado de ojos negros entre calada y
calada.
- Ixel necesita esto, si en dos noches no lo consigue
tendrá que regresar al averno. Por eso, como hasta dentro de dos noches
no conseguirá acumular suficiente poder, no creo que esta vez abandone
el cuerpo de la joven. Puede que no lo veamos, pero estará escondido
cerca, muy cerca.- dijo el segundo encapuchado de ojos blancos.- Ahora,
Zoul, adentrémonos en este lugar de culto, en cuyas raíces se esconde el
peor de los demonios que caminan sobre este mundo.
- Como ordenes Gron, tus palabras son órdenes para tu hijo.
Los dos hombres se adentraron en la espesura y la sombra de los siglos los envolvió hasta hacerlos desaparecer.
La
brisa silbaba entre las retorcidas ramas de los ancianos arboles. Desde
lo alto de una copa una oscura sombra, tan negra como el abismo,
descansaba tras un largo día encogida en la brecha de un tronco. Pocos
metros más abajo, el joven cuerpo, frio y rígido, aguarda su nuevo
destino. Su pelo brilla como la plata bajo la luz de la luna, su tersa y
blanca piel se asemeja a la más perfecta porcelana y en sus ojos solo
habita el vacio del olvido.
De nuevo el aire se mece. Los ojos de
la oscura bestia se abren de par en par aun inyectados en sangre, el
aire de la noche le trae el olor de alguien a quien conoce muy bien. El
miedo la sobrecoge y la incertidumbre estrangularía su alma si aun la
tuviese.
Desea huir, pero sabe que esta es su última oportunidad.
Si decidiese marcharse se vería obligada a regresar al vacio del que
proviene, pero quedarse podría significar el fin de su propia
inexistencia en el este mundo y en el propio averno. Aquella tenía que
ser la definitiva, no había tiempo para otra, si al menos… Si, a su
mente había acudida la solución perfecta y sin tan siquiera
proponérselo. En sus ojos ensangrentados volvía a brillar la misma luz
que en la noche en que cazase a la joven.
Entre la luminosidad del
cielo estrellado, la sombra corría velozmente hacia lo que sería su fin
si salía mal o un nuevo comienzo en este mundo.
- Nos ha descubierto.- dijo Gron.
- ¿Cómo?
Un
silbido fino se deslizo por la brisa y llego hasta los oídos del
anciano. Para Zoul era demasiado tarde, sus oídos jamás oirían aquel
fino silbido pues su cabeza ya rodaba por el suelo. Gron, sin apenas
inmutarse ante la pérdida de su compañero, se limpio del rostro la
sangre que le había salpicado, para después restregársela en sus blancos
ojos. Estos comenzaron a tornarse de color rojo fuego lentamente.
-
Pobre inútil, cada vez escoges peor a tus ayudantes. Perdón, se me
olvidaba que son tus propios hijos.- se escucho la voz burlona de la
bestia que provenía de cada rincón y cada sombra.
- Al menos ellos
no son unos parásitos, no son basura etérea que necesita un recipiente
para no desbordarse y perderse en el olvido.
- Es verdad, te tengo que dar toda la razón en eso. Por cierto… ¿Qué pintas tu aquí? ¿Cómo has logrado encontrarme?
-
Tu hedor es fácil de seguir. Piensa que ya son muchos años
persiguiéndote, después de tanto tiempo uno va aprendiendo las malas
costumbres de sus enemigos. Te aseguro que a estas alturas sería capaz
de sentirte entre los miles de los tuyos que habitan en el abismo del
fin del mundo.
- Observo que en tu pecho late con fuerza el mismo
odio desde hace siglos. Eso no ha de ser bueno, tanto rencor
reconcomiéndote desde hace tantísimo tiempo… Y todo por que acabe con la
miserable existencia de tu hermana. Bueno y después con la de tu padre,
tu madre, y en definitiva con la de toda tu familia y la de aquella
apestosa aldea en la que vivías. Si lo piensas bien, creo que me debes
en realidad mucho más de lo que crees. Gracias a mi, y en segundo lugar a
aquel juramento, has logrado vivir diez veces más que cualquier otro
hombre, has visto nacer y morir reinos enteros, has conocido decenas de
amores y muchísimas más cosas. Sin embargo prefieres odiarme y deseas
con todo tu ser matarme, me das asco y deseo que esto termine de una vez
por todas. Esta noche terminare con la tarea que comencé hace ya nueve
siglos, terminar con todos los tuyos. Tu eres el último descendiente
verdadero de los Gron y contigo hoy perecerá la única familia de humanos
capaz de dar caza a los míos. Con tu muerte terminara esta época de luz
y yo y mis hermanos podremos traer la oscuridad a este bosque y a todas
las tierras del mundo.
- ¿Llevabas muchos años ensayando esas
palabras? Sal y combate. Déjate de fanfarronadas y acepta tu muerte en
el mismo lugar que te vio nacer. Esta noche el bosque de Holwën dejara
de ser el portal al averno en que lo habéis convertido.
El crujir
de la madera se alzo en el vacio eco del bosque, Gron alzo sus rojos
ojos y vio como varios árboles se precipitaban hacia él desde los
cielos. Empleando las artes heredadas durante generaciones en el seno de
su familia, Gron alzo los brazos y profiriendo un grito rechazo el
ataque e hizo que los arboles saltasen por los aires. De repente un
brillo avanzaba a gran velocidad hacia él, la sombra corría como un
relámpago hacia el desprevenido anciano. Gron salto hacia los aires
intentando esquivar el ataque de su feroz enemigo, pero era demasiado
tarde, la sombra había logrado golpearle y derribarlo en el suelo.
Los
golpes se sucedían, la esencia y la sangre se derraman por los suelos,
nada se daba por ganado ni por perdido, aquel combate resultaba crucial
para ambos rivales y ninguno estaba dispuesto a perderlo.
Gron
cayó al suelo mal herido, con el rostro ensangrentado y las ropas sucias
por la negar esencia que la sombra derrama. Sabía que debía jugárselo
todo a una última baza, un hechizo que su padre le había enseñado siglos
atrás. Sosteniéndose sobre una rodilla comenzó a balbucear las palabras
que contenían el poder que necesitaba, un lenguaje oculto a todo ser
vivo y procedente del más escondido rincón del propio averno.
Mientras
el anciano se concentraba, la sombra intentaba recomponerse del último
ataque recibido. De un salto bajo del árbol al que se había visto
lanzado y observo al viejo Gron, al fin aquel inútil utilizaría su
ultima arma, al fin lograba llevarlo donde deseaba.
- Gron, ese
truco cutre no te funcionara con migo. He vivido durante milenios entre
las ascuas del averno, que invoques una bola de fuego infernal no
lograra destruirme.
- Puede que no, pero al menos arrasara todo
este bosque y con ello el cuerpo de la joven. Tendrás que regresar al
abismo y sabes que allí ya no eres bien recibido.
- ¿Estás seguro de ello?- grito la sombra a la par que se abalanzaba hacia el anciano.
De
la palma de la mano broto una pequeña esfera de color rojo intenso, una
bola que a medida que se alejaba de Gron crecía y crecía hasta que en
apenas un abrir y cerrar de ojos, el cielo estaba iluminado por las
mismas llamas del sol y un calor insoportable reinaba en el lugar.
Una
gran explosión hizo temblar los cimientos de la tierra, y por unas
milésimas le tierra se ilumina como si del mismo sol se tratase. La
fuerte honda expansiva pillo al anciano Gron y lo hizo volar hacia
atrás, mientras volaba y antes de perder por completo el conocimiento,
lo último que logro a ver era como la sombra era engullida por la esfera
de fuego.
- ¿Está bien anciano?- los oídos de Gron aun pitaban.
Lentamente
abrió los ojos y contemplo la luz de un nuevo día. No era posible,
debía de haber muerto, pero aun seguía vivo, todo era muy confuso. Si él
seguía allí quería decir que su misión aun no había terminado, si él
seguía allí quería decir que…
En un recóndito lugar unos jóvenes jugaban en un riachuelo cuando el más joven de ellos grita…
- Hermano, mira una doncella. Es hermosa, pero sus ojos… son del color de la sangre.
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