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lunes, 7 de septiembre de 2015

Noxtromo: La cara oculta de Noxtromo; Capitulo 4



Nuño fumaba un cigarro fuera del edificio cuando vio que un alto cargo de Noxtromo salía del mismo.
-Que extraño… Un oficial de Noxtromo. Solo se dejan ver en los consejos militares y sin embargo… - El oficial miró unos segundos a Nuño y en sus ojos apareció un extraño brillo, parecía recocerlo aunque nuño no lo había visto nunca.
- Buenas tardes, sargento. – Le saludó el oficial. - ¿Tendría un cigarro para un camarada?
Nuño le tendió la pitillera y tras coger el oficial uno se lo ofreció al soldado que lo acompañaba.
-Gracias, sargento. – Dijo el oficial mientras se volvía para marcharse. – Por cierto… Lamento lo de su padre, era un gran hombre.
- ¿Conocía a mi padre? – Preguntó Nuño extrañado.
- ¿A Nicolai? Éramos grandes amigos. Una lástima lo de su accidente. – Algo en el tono del oficial hizo desconfiar a Nuño.
- Gracias. – Se limitó a responder.
Mientras los oficiales de Noxtromo se alejaban, Hiria se aproximó a Nuño. Había permanecido en el interior del edificio rellenando unos documentos oficiales que su superior necesitaba al día siguiente, y mientras en su despacho, con las puertas abiertas, había observado como aquellos dos hombres habían salido del despacho del comandante.
-Nuño. – Este se volvió sobresaltado al oír la voz de su amiga. - ¿Qué querían?
- No lo sé. Me han dado el pésame por mi padre.
- Es curioso, los vi salir del despacho del comandante de Júpiter. Creo que tienes razón, aquí pasa algo y ellos saben que es.
- Lo sé, pero no puedo hacer nada más.
- Tú quizás no, pero yo… conozco a alguien que podría ayudarnos a saber algo más. – Terminó diciendo Hiria con una sonrisa misteriosa en el rostro. – Ven, acompáñame.
Tras tomar el primer taxi que encontraron, se dirigieron al barrio este del sector K6. Un barrio semimarginal en el que sus habitantes malvivían a costa de trabajos no tan legales. Las calles no estaban del todo mal adoquinadas aunque carecían de toda vegetación, tampoco es que hubiese espacio para jardines entre los apilados y gigantescos edificios que lo componían. Se estimaba que en poco más de veintinueve kilómetros cuadrados vivían casi ochocientos mil personas.
Después de que el taxista los dejara en la periferia, ya que pocos eran los que se atrevían a adentrarse más allá de las primeras calles, comenzaron a caminar hacia el centro de la zona.
Hiria le había puesto al corriente de qué buscaban en aquella zona. Hacía apenas un año un hacker había logrado colapsar los ordenadores del ejército terrestre sin ningún motivo aparente, solo por diversión y para demostrar que era capaz de hacerlo. Tras una dura investigación no encontraron al culpable, pero sí a varios de sus ayudantes. John, Witch para sus hermanos hackers, era uno de ellos. John era apenas un niño, a sus catorce años era uno de los más afamados hackers del mundo tras descubrir un nuevo tipo de lenguaje capaz de camuflarse y reproducirse por sí mismo.
- Hiria, ¿dónde vive ese tal Witch. – Preguntó Nuño mientras caminaban.
- En la torre siete del sector doce. Aquel gigantesco montón de hormigón. – Respondió Hiria señalando un edificio que despuntaba sobre el resto.
El edificio podría ser uno más del centro de no ser por los agujeros de bala repartidos en la fachada, los coches calcinados de la calle y otro estrellado dentro del portal.
- Este es. Ahora hay que subir a la planta cincuenta y tres. – Se limitó a decir Hiria.
- Cojamos el ascensor. – Respondió Nuño.
- Buen chiste. Sí, muy gracioso. – Dijo Hiria mientras se dirigía a las escaleras.
Nuño echó un último vistazo al exterior del edificio y siguió a Hiria por las estrechas escaleras. Tras un buen rato de subida, esquivar algunos yonkies que esperaban siguieran vivos y un dolor de piernas, llegaron a la casa de Witch.
Llamaron a la puerta, y tras una larga espera, una anciana les abrió y les invitó a entrar. John les aguardaba sentado delante de una de las mejores consolas que Nuño hubiera visto nunca, sabía de muchos en el GCT que envidiarían aquel ordenador.
- Bienvenidos a mi humilde morada, compañeros. Hiria, ¿qué tal estás? – Sin dar tiempo a contestar John continuó hablando. – Este debe ser Nuño, una joven promesa del ejército. ¿Qué os trae por aquí?
- ¿Cómo sabes mi…? – Nuño se interrumpió al ver en una de las pantallas su ficha militar.
- John, venimos a pedirte un favor. – Habló Hiria.
- Witch, por favor. ¿Qué favor? ¿Algo ilegal? Sabes que no puedo, me estáis vigilando para que no haga cosas indebidas. ¿Debe recordarte que la última vez que nos vimos querías detenerme?
- Necesitamos que busques unos archivos secretos. Son sobre el padre de Nuño y su desaparición. – Contestó Hiria pasando por alto el sarcasmo de John.
- Son de nivel de seguridad nueve, tardaré en conseguirlos y correré mucho riesgo. ¿Qué gano yo con todo esto?
- Haré que limpien tu expediente. – Contestó Hiria.
- Eso ya lo hice yo hace tres meses. – Se limitó a decir John con aire pensativo.
- ¿Qué quieres? Pídemelo y te lo daré. – Intervino Nuño.
- Esa es la actitud, tú me caes mejor que ella. Necesito tres gramos de Trinium.
- ¿Trinium? Pero eso es imposi… - Comenzó a decir Hiria.
- Hecho. Lo tendrás cuando yo tenga los archivos. – Contestó Nuño para cerrar el trato.
- Bien… Podéis iros. Os mandaré los archivos cuando los tenga a tu comunicador. – Dijo John volviendo a mirar a Hiria. – Después tendréis tres días para darme el Trinium. – Dicho esto John se volvió y comenzó a teclear.
Mientras los datos volaban en las pantallas, Nuño e Hiria salieron de la casa.
- No me lo esperaba así. Creía que sería un gordo con gafas y lleno de mugre. – Reflexionó Nuño en voz alta.
- John piensa que para tener una mente sana es necesario un cuerpo sano. – Respondió Hiria.
Sin mediar más palabra entre ambos se alejaron dirección al centro de la ciudad.

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