Nuño fumaba
un cigarro fuera del edificio cuando vio que un alto cargo de Noxtromo salía
del mismo.
-Que
extraño… Un oficial de Noxtromo. Solo se dejan ver en los consejos militares y
sin embargo… - El oficial miró unos segundos a Nuño y en sus ojos apareció un
extraño brillo, parecía recocerlo aunque nuño no lo había visto nunca.
- Buenas
tardes, sargento. – Le saludó el oficial. - ¿Tendría un cigarro para un
camarada?
Nuño le
tendió la pitillera y tras coger el oficial uno se lo ofreció al soldado que lo
acompañaba.
-Gracias,
sargento. – Dijo el oficial mientras se volvía para marcharse. – Por cierto…
Lamento lo de su padre, era un gran hombre.
- ¿Conocía a
mi padre? – Preguntó Nuño extrañado.
- ¿A
Nicolai? Éramos grandes amigos. Una lástima lo de su accidente. – Algo en el
tono del oficial hizo desconfiar a Nuño.
- Gracias. –
Se limitó a responder.
Mientras los
oficiales de Noxtromo se alejaban, Hiria se aproximó a Nuño. Había permanecido
en el interior del edificio rellenando unos documentos oficiales que su
superior necesitaba al día siguiente, y mientras en su despacho, con las
puertas abiertas, había observado como aquellos dos hombres habían salido del
despacho del comandante.
-Nuño. –
Este se volvió sobresaltado al oír la voz de su amiga. - ¿Qué querían?
- No lo sé.
Me han dado el pésame por mi padre.
- Es
curioso, los vi salir del despacho del comandante de Júpiter. Creo que tienes
razón, aquí pasa algo y ellos saben que es.
- Lo sé,
pero no puedo hacer nada más.
- Tú quizás
no, pero yo… conozco a alguien que podría ayudarnos a saber algo más. – Terminó
diciendo Hiria con una sonrisa misteriosa en el rostro. – Ven, acompáñame.
Tras tomar
el primer taxi que encontraron, se dirigieron al barrio este del sector K6. Un
barrio semimarginal en el que sus habitantes malvivían a costa de trabajos no
tan legales. Las calles no estaban del todo mal adoquinadas aunque carecían de
toda vegetación, tampoco es que hubiese espacio para jardines entre los
apilados y gigantescos edificios que lo componían. Se estimaba que en poco más
de veintinueve kilómetros cuadrados vivían casi ochocientos mil personas.
Después de
que el taxista los dejara en la periferia, ya que pocos eran los que se
atrevían a adentrarse más allá de las primeras calles, comenzaron a caminar
hacia el centro de la zona.
Hiria le
había puesto al corriente de qué buscaban en aquella zona. Hacía apenas un año
un hacker había logrado colapsar los ordenadores del ejército terrestre sin
ningún motivo aparente, solo por diversión y para demostrar que era capaz de
hacerlo. Tras una dura investigación no encontraron al culpable, pero sí a
varios de sus ayudantes. John, Witch para sus hermanos hackers, era uno de
ellos. John era apenas un niño, a sus catorce años era uno de los más afamados
hackers del mundo tras descubrir un nuevo tipo de lenguaje capaz de camuflarse
y reproducirse por sí mismo.
- Hiria,
¿dónde vive ese tal Witch. – Preguntó Nuño mientras caminaban.
- En la
torre siete del sector doce. Aquel gigantesco montón de hormigón. – Respondió
Hiria señalando un edificio que despuntaba sobre el resto.
El edificio
podría ser uno más del centro de no ser por los agujeros de bala repartidos en
la fachada, los coches calcinados de la calle y otro estrellado dentro del
portal.
- Este es.
Ahora hay que subir a la planta cincuenta y tres. – Se limitó a decir Hiria.
- Cojamos el
ascensor. – Respondió Nuño.
- Buen
chiste. Sí, muy gracioso. – Dijo Hiria mientras se dirigía a las escaleras.
Nuño echó un
último vistazo al exterior del edificio y siguió a Hiria por las estrechas
escaleras. Tras un buen rato de subida, esquivar algunos yonkies que esperaban
siguieran vivos y un dolor de piernas, llegaron a la casa de Witch.
Llamaron a
la puerta, y tras una larga espera, una anciana les abrió y les invitó a
entrar. John les aguardaba sentado delante de una de las mejores consolas que
Nuño hubiera visto nunca, sabía de muchos en el GCT que envidiarían aquel
ordenador.
-
Bienvenidos a mi humilde morada, compañeros. Hiria, ¿qué tal estás? – Sin dar
tiempo a contestar John continuó hablando. – Este debe ser Nuño, una joven
promesa del ejército. ¿Qué os trae por aquí?
- ¿Cómo
sabes mi…? – Nuño se interrumpió al ver en una de las pantallas su ficha
militar.
- John,
venimos a pedirte un favor. – Habló Hiria.
- Witch, por
favor. ¿Qué favor? ¿Algo ilegal? Sabes que no puedo, me estáis vigilando para
que no haga cosas indebidas. ¿Debe recordarte que la última vez que nos vimos
querías detenerme?
-
Necesitamos que busques unos archivos secretos. Son sobre el padre de Nuño y su
desaparición. – Contestó Hiria pasando por alto el sarcasmo de John.
- Son de
nivel de seguridad nueve, tardaré en conseguirlos y correré mucho riesgo. ¿Qué
gano yo con todo esto?
- Haré que
limpien tu expediente. – Contestó Hiria.
- Eso ya lo
hice yo hace tres meses. – Se limitó a decir John con aire pensativo.
- ¿Qué
quieres? Pídemelo y te lo daré. – Intervino Nuño.
- Esa es la
actitud, tú me caes mejor que ella. Necesito tres gramos de Trinium.
- ¿Trinium?
Pero eso es imposi… - Comenzó a decir Hiria.
- Hecho. Lo
tendrás cuando yo tenga los archivos. – Contestó Nuño para cerrar el trato.
- Bien…
Podéis iros. Os mandaré los archivos cuando los tenga a tu comunicador. – Dijo
John volviendo a mirar a Hiria. – Después tendréis tres días para darme el
Trinium. – Dicho esto John se volvió y comenzó a teclear.
Mientras los
datos volaban en las pantallas, Nuño e Hiria salieron de la casa.
- No me lo
esperaba así. Creía que sería un gordo con gafas y lleno de mugre. – Reflexionó
Nuño en voz alta.
- John
piensa que para tener una mente sana es necesario un cuerpo sano. – Respondió
Hiria.
Sin mediar
más palabra entre ambos se alejaron dirección al centro de la ciudad.
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