Puedes enviarnos tus aportaciones a la dirección de correo: Ciudadetinta@outlook.es . Agradecemos vuestro tiempo y comentarios, entre todos formamos esta ciudad de tinta que pronto se convertirá en una urbe.

NO RESEÑAMOS NOVELA ERÓTICA, lamentamos las molestias.


jueves, 18 de febrero de 2016

Colaboraciones: De gatos y poliedros (Víctor Lowenstein)



De gatos y poliedros 

I 
   Lo soltaron dentro de la gran estructura cristalina -un sólido limitado por muchos planos- para observarlo por fuera; como se examina un insecto dentro de una campana de vidrio. Sigilosamente, el animal trepó las laberínticas escalinatas hasta alcanzar la cúspide, que era una pirámide desde la que se dominaba todo el laboratorio. Se preguntaron cómo se los vería desde allí. Diminutos hombrecillos en sus uniformes blancos, tomando notas. Ahora era el gato el que los miraba con curiosidad. 
                                                                                                             
II 
   Como narraba Lugones en “El espejo negro”, los gatos suelen complacerse en restregar sus cuerpos en polvo de carbón. Ello obedece a las propiedades del carbón mineral para absorber el fluido eléctrico de estos animales en particular. Aquí nace uno de los vínculos más misteriosos entre gatos y poliedros, pues el felino sabe –intuitivamente- que el futuro destino de la piedra fósil es el diamante, producto de una dilatada evolución natural, a la que se ligan sin querer las fricaciones de los simpáticos descendientes de Mit y Miu, sus ancestros egipcios. No es un hecho aislado que los diamantes egipcios abundasen en los campos de Saqqara, Menfis o Bubastis, donde los cementerios para gatos no fueron infrecuentes. Momificados con todos los honores, fueron enterrados en el orden de cientos de millares; quien crea exagerada tal cifra sírvase que consultar enciclopedias sobre el Egipto antiguo, o el tratado The origins of Miu and his cults, Leiden, 1947.   

III 
   Cuando un gato observa un poliedro queda fascinado por sus múltiples reflejos, que lo complacen en visiones innúmeras de sí mismo; o infinitas al entendimiento gatuno. Los poliedros, en especial los regulares, que saben su propia constitución física, comprenden el truco pero de poco les sirve; su inmovilidad les impide lo que a cualquier criatura con habilidad motriz: verse en el otro. Los poliedros adoran a los gatos por eso. Pues solo éstos son capaces de amar de tal modo las reflexiones que ¡aún de noche! Le hacen rezumar a todas las caras de una única piedra poligonal.      

                                                                                 
Víctor Lowenstein 

No hay comentarios:

Publicar un comentario