Me levanto con tu ausencia en esta fría cama, las sabanas vacías me
recuerdan aun el aroma de tu piel. Contemplo las sabanas desechas tantas
veces por los dos, la almohada en la que tu cabeza reposaba junto a mi y
en la que compartimos tantos sueños. Observo el sol a través de la
ventana, que tantas veces nos enseño el mundo a ambos, y sus rayos me
recuerdan tu rubio cabello como el trigo madurado.
Me levanto en
esta fría casa sin tu presencia, camino solitario en silencio por los
vacios rincones de mi vida. Miro mi reflejo en el espejo, pero de mi no
queda nada. Con tu marcha perdí mi esencia, mi alegría, mi propia alma.
Asomo
temeroso la cabeza al salón, aun deseando que estés allí. Veo tu
fantasma abrazada al cojín mientras miras el televisor como tantas veces
hacíamos juntos. Me siento en él y dejo que mi mente se sumerja en
momentos más felices, en días en los que el tacto de tu piel compartía
un miso espacio con el mío, tiempo en el que la brisa de la mañana
entraba por la ventana y se mezclaba con tu perfume antes de que llegase
a respirarlo.
Suspiro profundamente y me encamino a la cocina,
abro el frigorífico y siento en mi propia alma el vacio que refleja sus
estantes. Un cartón de leche y dos huevos es lo único que queda de
nuestra vida.
Lo cierro, como cerrado tengo el estomago y el
corazón desde que te vi marchar. Me arrastro por el suelo sin rumbo, sin
saber que mas hacer o a donde ir.
Me siento perdido, confuso, sumergido en esta oscura erial que me rodea y de la que no puedo escapar sin ti.
No
puedo soportar tanto dolor, el alma grita libertad y se me quiebra al
recordar cómo te fuiste en un suspiro. En tu última mirada, en tu dulce
sonrisa, en tu ultimo beso.
No puedo más, necesito escapar de
estas paredes que me encierran en mi propia piel, estos muros que se
alzan y encierran mi alma quebrada que solo anhela fundirse de nuevo con
la tuya, estos absurdos ladrillos que me impiden verte más allá de mi
recuerdo, más allá de mis sentidos, más allá de mi mismo.
Me estoy
volviendo loco, corro incesante por la casa, busco tu presencia, tu
fragancia, te busco a ti, pero sé que ya no estás. Ya nada podrá
devolverte a mi. Por eso amor mío te ruego que me esperes, no te alejes
demasiado, este camino ha de ser nuestro reencuentro, debemos vivirlo
juntos y recorrerlo hasta el fin como una sola persona, como un solo
corazón, como una sola alma.
Mientras escribo estas líneas el
fuego recorre mis venas e incendia mis sentidos, el corazón se desborda y
mis huesos quieren salir de su cárcel. Dentro de poco amor mío, el
veneno ara su función y al fin podremos volver a fundirnos desde tu
defunción.
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