La noche cae rápidamente sobre la infestada ciudad, las sombras salen
de sus escondites y se apoderan de la noche. Son tiempos difíciles para
las almas de los mortales, tiempos en los que hemos regresado tras
siglos de servidumbre y temor. Ahora el mundo será mío y de mis
hermanos, ahora comienza el reinado de los señores de la noche.
Tres
sombras corren a toda velocidad por una oscura callejuela, la noche ha
caído y los ha tomado por sorpresa lejos de su hogar. Corren escondidos
por miedo a los demonios que ahora dominan las calles. Sus corazones van
a un ritmo frenético, su adrenalina esta disparada y el miedo les
supura por los poros de la piel. Unas agudas risas se oyen en las
alturas, los han descubierto. Saben que en plena calle no duraran mucho,
más ahora que los han visto, deben de esconderse pronto en algún lugar
seguro, ¿pero qué lugar es seguro?
El mas rezagado de los tres ha resbalado en un charco de agua, su pesado cuerpo retumba al chocar contra el encerado.
-Rápido, levántate.- habla en susurros la mujer.
-No puedo, me duele el tobillo.- se queja el orondo hombre que ha caído al suelo.
-Inci corre tu, yo ayudare a nuestro hermano.- susurra el más fornido de los tres.
Inci
prosigue corriendo a toda velocidad mientras que su hermano toma al
caído y lo carga sobre sus fuertes hombros. Es demasiado tarde, se
escuchan pasos a sus espaldas. Los dos hermanos se giran y ante ellos
ven a doce de sus pesadillas. Con cuidado suelta en el suelo a su
hermano lastimado, sabe que ya no tiene escapatoria pero al menos puede
ganar algo de tiempo para que su hermana Inci logre escapar.
-Vuestro
miedo huele a kilómetros de distancia, aunque vuestro olor ahora de
cerca es bastante peculiar. Me recordáis a unos antiguos conocidos que
solo sabían interponerse en nuestro camino, pensábamos que ya se habían
extinguido.- habla en voz alta el más adelantado del grupo.
- Os equivocáis, aun quedamos algunos. Seremos pocos, pero aun somos capaces de aguaros la fiesta.
-Demuéstramelo.- grita el recién llegado.
Ante
la atenta mirada del grupo el fornido hombre comienza a transformarse
en un monstruo peludo, en un hombre lobo. Su hermano en el suelo sufre
las mismas transformaciones. Ahora las dos vestías se alzan majestuosas
en mitad de la calle, deben de luchar no por sus vidas sino por la de su
hermana y la de los demás miembros de su manada. Frente a ellos un
numeroso grupo de sus peores enemigos, aquellos que durante siglos les
dieron caza hasta casi lograr que desapareciesen.
-Perrito, aquí espero a que me demuestre de lo que eres capaz.- ríe el líder del grupo mientras desenvaina una enorme espada.
-Así
que vienes con una espada de plata ya preparada, no te servirá de nada.
Te arrancare la cabeza y la colgare de la torre más alta para que todos
los tuyos sientan la vergüenza de tu muerte.
Los dos
licántropos corren salvajemente contra el grupo de vampiros, la sangre
brota de las heridas que zarpas y dientes causan en la carne, el
mortecino brillo de la plata deslumbra en la noche. Los edificios
colindantes sufren los poderosos golpes que las bestias se propinan
entre ellas, en el interior de sus casas los humanos rezan a sus dioses
rogándoles una solución a aquella situación. Las paredes ceden y se
desmoronan, el cadáver de un vampiro vuela por los aires mientras se
convierte en ceniza. La espada brilla por última vez antes de lograr
adentrarse en el pecho del licántropo más joven. Un fuerte aullido sale
por su gruesa garganta, toma con fuerza la espada y la atrae hacia sí,
agarra al líder vampírico con fuerza, sus huesos crujen ante la presión
del abrazo, y de un mordisco acaba con su no vida. El Hombre lobo herido
aúlla la muerte de su hermano, sin más opciones carga sobre el resto
del grupo…
Inci corre frenéticamente por las calles,
sus dos hermanos se han quedado atrás para protegerla, lo que han
descubierto es de gran importancia para su manada. Mientras corre
percibe el aullido de muerte de uno de sus hermanos, sus lágrimas caen
sin consuelo por sus mejillas. Desearía haberse quedado con ellos y
haberlos ayudado, pero si regresa ahora todo habrá sido en vano, debe de
entregar la información a su líder o todos los licántropos tendrán un
trágico final.
Un kilometro mas y habrá legado,
mientras corre el grito de su otro hermano retumba en la noche como un
canto fúnebre. Sus dos hermanos han caído, ahora irán a por ella.
Mientras corre comienza a transformarse en la bestia que lleva en su
interior. Sabe que ahora les será más fácil el olerla, pero si no se
transforma ira demasiado lenta y la lograrían cazar de igual manera
antes de que llegase al refugio.
Han logrado descubrir
el nido en el que se refugian sus enemigos, pero en su regreso al hogar
había caído la noche y los habían perseguido. Debía de entregar el
informe al líder de la manada, sus enemigos son débiles durante el día y
si atacan con contundencia podrían acabar con uno de los mayores
enjambres de vampiros. No, no hay tiempo para lamentar la pérdida de sus
hermanos, en sus manos tiene la salvación de su raza y de los
mismísimos humanos.
De pronto algo la golpea y la
derriba, se revuelve y observa los ojos sin vida de su joven hermano.
Esos demonios han traído el fallecido cuerpo de su hermano para
refregárselo por el hocico. Se gira y ve a siete sombras que vuelan a
ras del suelo hacia ella, se levanta y comienza a correr con todas sus
ganas, detrás de aquella torre se esconde su manada.
Pero
es demasiado tarde, entre dos la toman y comienzan a ganar altura. Se
lamenta por no haber sido más rápida, por no haber podido cumplir con su
misión tras el sacrificio de sus dos hermanos. De pronto, siente como
la sueltan y comienza a caer en el vacío. Se estremece al pesar la cruel
forma de morir que tendrá a manos de esos monstruos de la noche. Pero
su caída se detiene, un fuerte brazo la sujeta con firmeza mientras
prosiguen viajando en el aire. Abre los ojos y ve el rostro del líder de
su manada. Los suyos la han olido y han salido en su ayuda.
Decenas
de hombres lobos saltan de un edificio a otro mientras intentan de
cazar a los siete vampiros que perseguían a Inci. Tras unos segundos,
todo ha terminado, siete montones de ceniza comienzan a desprenderse con
la brisa de la noche.
Un numeroso grupo de hombres y
mujeres caminan por la calle plácidamente, ahora saben dónde buscar a
sus enemigos, ahora pueden ganar la guerra.
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