El universo,
la frontera que la humanidad soñó alcanzar durante generaciones y que a lo
largo de los siglos XXI y XXII, logró traspasar. Tras conseguir asentar la
primera colonia en Marte, la humanidad comenzó una carrera hacia la conquista
del espacio.
Innumerables
empresas comenzaron a irrumpir en el panorama empresarial con el objetivo de
explotar nuevos recursos. La explotación minera en otros planetas, en satélites
y cometas abrió paso a todo un sistema de colonias por el sistema solar y
nuevas formas de comunicación entre ellas.
Con el
transcurrir de los años muchas de ellas desaparecieron, otra se unificaron bajo
un mismo emblema formando grandes corporaciones capaces de ser autosuficientes.
Estas independencias les ayudaron a ser libres de gobiernos y sin límites para
su crecimiento.
Mientras
esto sucedía en el firmamento y en los despachos corporativos, en el planeta
tierra surgía una era de esplendor como nunca antes la humanidad había
conocido. La globalización avanzaba a zancadas de gigantes.
La
instauración de una moneda única y nueva, ayudó a derribar fronteras. Un
gobierno mundial se alzaba en el horizonte gracias a que las diferencias entre
países habían desaparecido gracias a las nuevas riquezas traídas desde lugares
tan lejanos como el satélite Europa o el agua extraída de cometas milenarios.
El hambre y
la sequía, casi inexistentes en esta nueva era, habían dado paso a la escasez
de mano de obra. Un nuevo problema que obligaba a las corporaciones a blindar a
sus trabajadores con cláusulas abusivas en los contratos. Por lo que la
humanidad, pese a vivir el mejor momento de su historia, se veía obligada a
elegir entre ser libres y enfrentarse a los infortunios del destino, o ser
esclavos de una corporación y tener el futuro asegurado.
Gracias a la
elección de la humanidad, de entre todas las corporaciones surgió una, la cual
brillaba con nombre propio: Noxtromo. Tras conseguir ser la primera en poseer el
único motor capaz de viajar a la velocidad de la luz, Noxtromo comenzó a crecer
exponencialmente, cubriendo con su sombra muchas otras y haciéndose estremecer
al recientemente inaugurado gobierno central terrestre.
Tras años de
guerrear en despachos, Noxtromo, que no había perdido el tiempo y colonizó un
sinfín de planetas a varios años luz, se vio obligada a ceder la patente del
motor de luz a la humanidad. Pero aquel ``regalo´´ nacía envenenado. El
gobierno central terrestre (GCT) se había visto obligado a ceder el control de
la colonia de Marte a la empresa, de todas sus colonias mineras actuales y
futuras, y el auto gobierno de sus trabajadores mientras se hallasen fuera de
la Tierra. Una casi total autonomía que se extendería al resto de corporaciones
en pocos años.
El tiempo
corría inexorable en el espacio. La humanidad se expandía más y más en el
universo y la tecnología alcanzaba el límite de la magia o los sueños. El GCT
creó una serie de leyes que obligaban a las grandes corporaciones a compartir,
por el bien de todos los humanos, sus tecnologías y a donar el 40% de su
producción a la Tierra. Para la creación de estas leyes se utilizó la
convicción de que todos los humanos eran iguales sin distinción de la
pertenencia corporativa que ostentasen o lugar de nacimiento, mas todos sabían
que realmente el miedo era lo que promovía aquellos hechos.
Muchas
corporaciones se alzaron en revueltas contra el GCT, pero gracias a la ayuda
militar de Noxtromo, este prevaleció y muchas de las corporaciones rebeldes
fueron absorbidas por Noxtromo. Esta pequeña guerra trajo consigo la pérdida
total del control sobre Noxtromo por parte del GCT.
Pero de todo
esto hace ahora demasiados años, tantos, que un anciano como yo casi no llega a
recordar. La humanidad disfruta de una era de hedonismo y contemplación. En la
Tierra la gente vive acosta de las aportaciones corporativas, siendo el único
planeta independiente. Tecnócratas, empresarios y militares se codean con
políticos, únicas clases existentes en la Tierra, sabedores del débil
equilibrio que existe entre la libertad y ser sepultados por la servidumbre de
las corporaciones.
Así es como
estamos a día de hoy, o al menos es lo que cree este militar terrestre retirado
mientras observa los jardines flotantes, último regalo de Noxtromo a la
humanidad.
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