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domingo, 16 de agosto de 2015

Noxtromo: La cara oculta de Noxtromo; Capitulo 1



- Capitán, las alarmas han vuelto a saltar en el área "G" de confinamiento. - Interrumpió el cabo.
- ¿Se ve algo en los monitores? - Preguntó el capitán alzando la vista de los informes que se agolpaban en su mesa.
- No, todo parece estar tranquilo. Las dos unidades destinadas al perímetro  han realizado un barrido y no han hallado nada extraño. Esta es la novena vez que saltan esta semana. - Concluyó el cabo.
- Las radiaciones deben de estar estropeando los circuitos mas rápido de lo que creíamos. - Reflexiono el capitán en voz alta para sí mismo.
- ¿Mando orden de que los reactiven? ¿Solicito a central un ingeniero? - Se limitó a preguntar el cabo pasando de la reflexión de su superior.
- No. Que los desactiven definitivamente. Total, solo nos quedaremos unos días mas en este planeta marchito. En cuanto terminen de extraer la veta madre y de cargarla, nos marcharemos. Ya puede explotar la estrella y carbonizar esta gigantesca roca y sus habitantes. - Terminó de decir el capitán volviendo a sus informes.
- Señor, ¿no cabría la posibilidad de salvarlos? Quiero decir, que si no podríamos… - El cabo se interrumpió al ver la mirada fulminante que le dirigía el capitán. - A la orden señor. Se hará como ha ordenado.


- Volved a la base y apagad todas las alarmas. Esos desgraciados van a morir de todas formas. - Sonó la voz del cabo por la radio.
- Ya habéis oído las órdenes. Volved a los vehículos, volvemos a la base. - Se limitó a ordenar el jefe de unidad.
Los seis soldados armados volvieron al vehículo y se alejaron de la zona rápidamente. Drah, que había permanecido oculto junto a unos secos helechos, se levantó lentamente y aguardó a ver que las cámaras se apagaban antes de que su piel volviese a tomar su tono azulado natural.
Eran pocos los que en su raza poseían la capacidad de mimetización. Casi todos habían sido asesinados cuando los seres del cielo llegaron, pero desde hace poco parecían no prestar cuenta de ello. Hacía poco que había despertado su don y menos aun que lo controlaba, gracias a ello había estado saliendo los últimos días a pasear por los exteriores. Disfrutaba de aquellos paseos fuera de las murallas, sin cámaras ni ojos que lo observaran todo el día.
Pero en ese momento no disfrutaría de uno de sus paseos. Había escuchado lo que decían por radio y debía de comunicárselo a su pueblo, acababa de escuchar que todos morirían.
Tras comprobar una vez más que nadie lo observaba y de que las cámaras permanecían apagadas, se encaramó al muro y volvió a saltarlo hacia adentro. Su pueblo corría peligro y él era el único que había escuchado aquello.
La casa de sus antepasados se hallaba en el centro, una edificación de cuatro plantas que destacaba sobre las demás por altura y belleza, ya que las demás consistían en rústicas cabañas de una o dos plantas a lo sumo.
La gente miraba sorprendida a Drah, era raro ver a alguien con prisas desde la llegada de los seres del cielo. Las puertas y ventanas surcaban la vista del joven sin que tan siquiera prestase atención a los rostros que lo miraban perplejos. El joven solo mantenía en la mente la idea de llegar cuanto antes a casa para poder comunicárselo a su abuelo, uno de los varones sabios del asentamiento y uno de los pocos que habían conocido los años felices de antes de la llegada de los humanos.
Drah entró con prisas por el arco sin puerta de la entrada y, subiendo los escalones de tres en tres, se dirigió a la biblioteca de la tercera planta, sabía que su abuelo se encontraría allí estudiando los textos antiguos.
Sobre una losa de piedra, apoyada en tocones de blanca madera, descansaban varios rollos de piel escrita que su abuelo ojeaba. Este, al ver entrar a su nieto a la carrera, levantó la vista y con una amplia sonrisa en el rostro preguntó:
- ¿Dónde acudes tan presto joven Drah? El tiempo es continuo y por mas prisa que te des jamás podrás ir a más velocidad.
- Shail. - Respondió el joven utilizando el término con respeto para dirigirse a su abuelo. - Traigo un mensaje. Algo que escuché a los seres del cielo hace un rato en el exterior ,mientras… - El abuelo del joven le hizo callar con tan solo un gesto de la mano.
- ¿Has vuelto a salir? Te he contado más veces que estrellas hay en los cielos lo que esas criaturas les hicieron a los que son como tú. Primero les robaron la esencia de sus cuerpos para otorgárselas a sus máquinas, y los que tuvieron más suerte murieron con su esencia intacta. ¿Quieres que te descubran? ¿Que sus miedos hagan que te maten? ¿Tan poco aprecias la vida que Ishnar tuvo a bien prestarte? - La voz del abuelo se había ido endureciendo a medida que hablaba.
- No, el Dios Ishnar fue generoso al prestarme este tiempo. - Respondió Drah mientras bajaba la cabeza abochornado.
- Esta bien, dame el mensaje que traes. - Volvió a pronunciarse el abuelo satisfecho del arrepentimiento que mostraba el joven. Todos habían sido jóvenes e impetuosos y sabía que volvería a repetirse, pero él debía, al igual que el resto de sabios, corregir la inconsciencia de la juventud. - Habla, ya que traías tanta prisa.
- Shail, tras saltar el muro aguardé a los vigías como siempre hago pero esta vez fue distinto. Hoy no me buscaron, simplemente miraron y se marcharon tras decir que todos moriríamos. - La angustia se reflejaba en el rostro del muchacho.
- Una gran verdad es esa que has oído. Todos moriremos, incluso tú y yo o cualquier otra criatura cuando termine el préstamo que Ishnar nos concede al nacer. Puedes marcharte si eso era lo que te preocupaba. - Le despidió el abuelo con un gesto de la mano, volviendo a bajar la vista a los textos.
- Shail, no es eso, han apagado los ojos. - La curiosidad asomó al rostro del anciano, invitando a Drah a seguir hablando. - Los truenos y todo lo demás, todo está apagado. Es como si no les interesásemos.
- Entiendo. - Se limitó a responder el abuelo mientras enrollaba el trozo de piel escrita. - Es extraño, muy extraño, mas hay una persona que puede explicarnos lo que sucede. El exiliado nos dará las respuestas que precisamos.
Drah y su abuelo comenzaron a descender lentamente las escaleras, les llevaría un rato llegar a la casucha en la que vivía el exiliado cerca del muro exterior norte del recinto.

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