Atravesaste mi alma como una flecha envenenada, llegando a lo más profundo de mi ser, provocándome un dolor inigualable.
Un dolor amargo y dulce a la vez.
Sentía como me ardía el corazón, recordando aquellos preciosos ojos verdosos, llenos de brillo, mientras el veneno recorría mi cuerpo debilitándome.
Era un dolor apacible.
Me desvanecía poco a poco cuando noté que unas manos me sostenían, cálidas y fuertes, haciéndome consciente de que aquellos ojos no eran un recuerdo.
Era un dolor placentero, ya que no hay mayor placer que caer en tus brazos.
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lunes, 10 de agosto de 2015
Flecha envenenada.
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