Me despierto en mitad de un pasillo. Las paredes son de metal,
planchas de acero que se unen formando una solida pared. El color del
metal es de un cian sucio y la anchura del pasillo no es más que la
anchura de mis hombros. El suelo parece de piedra blanca.
Todo
está iluminado, pero no logro ver más allá de dos metros por delante,
dos metros por detrás y dos metros sobre mi, más allá de esos límites
todo es oscuridad, absoluta oscuridad.
Comienzo a caminar hacia
delante, mientras mis hombros rozan con las planchas de metal que tengo a
ambos lados. De pronto comienza a nacer en mi una extraña sensación,
hay alguien cerca y me observa. Camino más de prisa, esa sensación crece
por momentos. Tengo la seguridad de que sea lo que sea lo que viene por
mi quiere hacerme daño.
Intento correr, pero el
espacio no me lo permite, tropiezo y caigo al suelo. Me levanto de nuevo
y sigo corriendo. Es imposible escapar, cada vez está más cerca. Siento
su respiración tras de mi. Vuelvo a tropezar y caigo, pero esta vez ya
me tiene. Noto sus manos que se ciernen sobre mi, es tarde, demasiado
tarde ya me ha agarrado. Intento girarme para ver que es, pero… Me
despierto sobre saltado. Era de nuevo esa pesadilla que me atormenta por
las noches.
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