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lunes, 10 de agosto de 2015

Venganza

-Mira hijo mío las estrellas. Aquella es la constelación de Iria, y aquella otra la de Ruak.-El padre señalaba las constelaciones a la par que hablaba para que su hijo pudiera irlas observando.
-Son preciosas, padre.-Respondió el hijo con una voz cargada de ilusión y admiración.
-Sí que lo son. También son las guías de nuestros sueños.-El padre hizo una pausa para dejar que la imaginación de su hijo volarse libre.-Nuestros antepasados vinieron de las estrellas, y algún día, nosotros, regresaremos a ellas.
-¿Cómo era padre?
-¿Nuestros antepasados?-El hijo afirmó con un rotundo movimiento de cabeza.-Eran gente fuerte e inteligente, de noble espíritu y buenas intenciones,....
-Si eran fuertes e inteligentes…. ¿Por qué somos esclavos de los Draktuls?
-No lo sé hijo, no lo sé.-El padre se había planteado aquella misma pregunta miles de veces y, con el pasar de los años, se sentía cansado de no haya respuesta.
-A dormir chicos, mañana será un largo día para todos.-Son de una mujer.
-Es cierto. Hijo, hay que descansar, mañana será tu primer día en las minas. Despierte de las estrellas hasta mañana, y vete a la cama.-Dijo el padre a la par que se levantaba del suelo y revolvía despreocupadamente el pelo de su hijo con la mano.
-Padre....
-Dime hijo.
-Padre, algún día volaré entre las estrellas como un hombre libre. Y volveré para liberarlos a madre y a vos, a todo nuestro pueblo.
-Deseo que así sea hijo, ojalá algún día sea su hombre libre.
Padre e hijo se abrazaron con dulzura y esperanza. Tras unos instantes de paz, en los que dejaron atrás tantos siglos de esclavitud, comenzaron a caminar hacia su hogar. Una pequeña choza de barro en el exterior de la aldea y en cuya puerta, tenuemente iluminada por las llamas de una hoguera, les esperaba una bella y joven mujer....
De repente un fogonazo, la gente corriendo llena de pánico y terror, el sonido de los disparos, y sangre... mucha sangre.
Los soldados habían desembarcado rápidamente, su madre gritaba para que se apartase con ella y su padre lo empujaba hacia detrás con la única intención de protegerlo. Se han retrasado con las cuotas y aquella era la forma de los Draktuls de demostrarles su contundencia. Todo paso casi en un abrir y cerrar de ojos. Recordaba como el brillo de los ojos de su padre se apagaba tras el disparo de una saeta enemiga, su madre corría gritando y llorando, y ante su rostro, acompañado por la sangre de su padre, esta también fue asesinada por aquellos soldados sin compasión.
En un fugaz brillo de su memoria el dolor de los días siguientes se hizo realidad, la pérdida sus padres, de todos sus allegados e incluso su propia tortura. Miles de personas asesinadas porque en el último envío les había faltado una mísera tonelada de Endurio.
-Despierta Bruck, estamos llegando.
-¿Si? ¿Qué?-Bruck se encontraba confuso.
-Ya estamos llegando a la colonia, los hombres aguardan tus palabras.
-Vale, si.- Bruck comenzaba a recobrar sus recuerdos.-Gracias Aimel.
-Algo tiene que hacer tu segundo al mando, ¿no?-Ambos rieron.-Por cierto, no conteste si no quieres, pero... ¿qué soñabas?
-Recordaba la noche antes de la muerte de mis padres.
-¿Otra vez ese sueño?
-Sí. Cuanto más cerca estamos del final de toda esta guerra, más me atormenta. Es como si mis padres hiciesen que regresarse a mí como una promesa que debo cumplir, como una deuda....
-Olvídate de eso ahora, céntrate en el presente y haz pagar a los Draktuls su deuda todos nosotros, el haber matado a tus padres y haberte dejado con vida para que las alimañas te devorasen.
-Tienes razón. Vayamos con nuestros hombres.
Bruck y Aimel se equipara sus brillantes armaduras de mando y, con paso solemne y decidido, se encaminaron a la plataforma en la que los aguardaban todos sus hombres. Por el camino recibía las reverencias de todos los guardias y habitantes libres de la nave “Nuevo Horizonte”.
En la plataforma, más de mil soldados aguardaban sus palabras. La imagen de aquellos hombres con su planeta natal de fondo, K235, lo teletransportó por unos segundos atrás en el tiempo, a una noche, a un lugar, a unas palabras y un juramento muy íntimo realizado horas más tarde.
Aimel, de forma suave, los sacó de su estupor con un leve codazo para que se dirigiesen sus hombres antes del ataque.
-Queridos hermanos, todos los hombres libres presentes. Veo en vuestros ojos valor y coraje, el ansia que provoca la esperanza de una nueva vida, de un futuro sin ataduras y lleno de libertad. Pero también se en vuestros corazones aguarda el mismo miedo que helaría mi propia alma. El honor y la gloria no se alcanzan sólo en una gran victoria, ellos están en saberse levantar tras la caída, en alzarse una y mil veces si hiciese falta. El auténtico valor es enfrentarse a un enemigo poderoso y lograr debilitarlo hasta que él no quede más que su propio recuerdo, e incluso así seguir luchando ese recuerdo. Eso es lo que hemos hecho y lo que seguiremos haciendo hasta que de los Draktuls no quede nada, ni siquiera el susurro olvidado de su nombre. En breves instantes partiremos a la batalla, una guerra que aunque no la comenzamos nosotros nos tocó vivirla y que hoy, al fin, le pondremos fin. Lucharemos sin descanso hasta desfallecer, por el futuro de nuestros hijos, por la libertad de nuestros hermanos, por la memoria de nuestros padres y para que todos los mundos subyugados disfruten de un nuevo horizonte. Hermanos....-Grito Bruck con todas sus fuerzas.
-¡HuHa!-Gritaron todos los hombres y mujeres allí reunidos.
Los soldados comenzaron a repartirse por sus puestos con el corazón henchido de orgullo y coraje, de una rabia acumulada durante generaciones, una fuerza que se remontaba atrás el tiempo hasta sus ancestros. Todo hombre, mujer y niño libre, había soñado con aquel día, y por fin este había llegado.
Los pilotos de los cazas de combate, los de transporte de tropa, la infantería, los acorazados, al igual que el resto de soldados, ansiaban atravesar, como la punta de lanza que eran, el corazón del último reducto de los Draktuls.

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