-Mira hijo mío las estrellas. Aquella es la constelación de Iria, y
aquella otra la de Ruak.-El padre señalaba las constelaciones a la par
que hablaba para que su hijo pudiera irlas observando.
-Son preciosas, padre.-Respondió el hijo con una voz cargada de ilusión y admiración.
-Sí
que lo son. También son las guías de nuestros sueños.-El padre hizo una
pausa para dejar que la imaginación de su hijo volarse libre.-Nuestros
antepasados vinieron de las estrellas, y algún día, nosotros,
regresaremos a ellas.
-¿Cómo era padre?
-¿Nuestros
antepasados?-El hijo afirmó con un rotundo movimiento de cabeza.-Eran
gente fuerte e inteligente, de noble espíritu y buenas intenciones,....
-Si eran fuertes e inteligentes…. ¿Por qué somos esclavos de los Draktuls?
-No
lo sé hijo, no lo sé.-El padre se había planteado aquella misma
pregunta miles de veces y, con el pasar de los años, se sentía cansado
de no haya respuesta.
-A dormir chicos, mañana será un largo día para todos.-Son de una mujer.
-Es
cierto. Hijo, hay que descansar, mañana será tu primer día en las
minas. Despierte de las estrellas hasta mañana, y vete a la cama.-Dijo
el padre a la par que se levantaba del suelo y revolvía
despreocupadamente el pelo de su hijo con la mano.
-Padre....
-Dime hijo.
-Padre,
algún día volaré entre las estrellas como un hombre libre. Y volveré
para liberarlos a madre y a vos, a todo nuestro pueblo.
-Deseo que así sea hijo, ojalá algún día sea su hombre libre.
Padre
e hijo se abrazaron con dulzura y esperanza. Tras unos instantes de
paz, en los que dejaron atrás tantos siglos de esclavitud, comenzaron a
caminar hacia su hogar. Una pequeña choza de barro en el exterior de la
aldea y en cuya puerta, tenuemente iluminada por las llamas de una
hoguera, les esperaba una bella y joven mujer....
De repente un fogonazo, la gente corriendo llena de pánico y terror, el sonido de los disparos, y sangre... mucha sangre.
Los
soldados habían desembarcado rápidamente, su madre gritaba para que se
apartase con ella y su padre lo empujaba hacia detrás con la única
intención de protegerlo. Se han retrasado con las cuotas y aquella era
la forma de los Draktuls de demostrarles su contundencia. Todo paso casi
en un abrir y cerrar de ojos. Recordaba como el brillo de los ojos de
su padre se apagaba tras el disparo de una saeta enemiga, su madre
corría gritando y llorando, y ante su rostro, acompañado por la sangre
de su padre, esta también fue asesinada por aquellos soldados sin
compasión.
En un fugaz brillo de su memoria el dolor de los días
siguientes se hizo realidad, la pérdida sus padres, de todos sus
allegados e incluso su propia tortura. Miles de personas asesinadas
porque en el último envío les había faltado una mísera tonelada de
Endurio.
-Despierta Bruck, estamos llegando.
-¿Si? ¿Qué?-Bruck se encontraba confuso.
-Ya estamos llegando a la colonia, los hombres aguardan tus palabras.
-Vale, si.- Bruck comenzaba a recobrar sus recuerdos.-Gracias Aimel.
-Algo tiene que hacer tu segundo al mando, ¿no?-Ambos rieron.-Por cierto, no conteste si no quieres, pero... ¿qué soñabas?
-Recordaba la noche antes de la muerte de mis padres.
-¿Otra vez ese sueño?
-Sí.
Cuanto más cerca estamos del final de toda esta guerra, más me
atormenta. Es como si mis padres hiciesen que regresarse a mí como una
promesa que debo cumplir, como una deuda....
-Olvídate de eso
ahora, céntrate en el presente y haz pagar a los Draktuls su deuda todos
nosotros, el haber matado a tus padres y haberte dejado con vida para
que las alimañas te devorasen.
-Tienes razón. Vayamos con nuestros hombres.
Bruck
y Aimel se equipara sus brillantes armaduras de mando y, con paso
solemne y decidido, se encaminaron a la plataforma en la que los
aguardaban todos sus hombres. Por el camino recibía las reverencias de
todos los guardias y habitantes libres de la nave “Nuevo Horizonte”.
En
la plataforma, más de mil soldados aguardaban sus palabras. La imagen
de aquellos hombres con su planeta natal de fondo, K235, lo
teletransportó por unos segundos atrás en el tiempo, a una noche, a un
lugar, a unas palabras y un juramento muy íntimo realizado horas más
tarde.
Aimel, de forma suave, los sacó de su estupor con un leve codazo para que se dirigiesen sus hombres antes del ataque.
-Queridos
hermanos, todos los hombres libres presentes. Veo en vuestros ojos
valor y coraje, el ansia que provoca la esperanza de una nueva vida, de
un futuro sin ataduras y lleno de libertad. Pero también se en vuestros
corazones aguarda el mismo miedo que helaría mi propia alma. El honor y
la gloria no se alcanzan sólo en una gran victoria, ellos están en
saberse levantar tras la caída, en alzarse una y mil veces si hiciese
falta. El auténtico valor es enfrentarse a un enemigo poderoso y lograr
debilitarlo hasta que él no quede más que su propio recuerdo, e incluso
así seguir luchando ese recuerdo. Eso es lo que hemos hecho y lo que
seguiremos haciendo hasta que de los Draktuls no quede nada, ni siquiera
el susurro olvidado de su nombre. En breves instantes partiremos a la
batalla, una guerra que aunque no la comenzamos nosotros nos tocó
vivirla y que hoy, al fin, le pondremos fin. Lucharemos sin descanso
hasta desfallecer, por el futuro de nuestros hijos, por la libertad de
nuestros hermanos, por la memoria de nuestros padres y para que todos
los mundos subyugados disfruten de un nuevo horizonte.
Hermanos....-Grito Bruck con todas sus fuerzas.
-¡HuHa!-Gritaron todos los hombres y mujeres allí reunidos.
Los
soldados comenzaron a repartirse por sus puestos con el corazón
henchido de orgullo y coraje, de una rabia acumulada durante
generaciones, una fuerza que se remontaba atrás el tiempo hasta sus
ancestros. Todo hombre, mujer y niño libre, había soñado con aquel día, y
por fin este había llegado.
Los pilotos de los cazas de combate,
los de transporte de tropa, la infantería, los acorazados, al igual que
el resto de soldados, ansiaban atravesar, como la punta de lanza que
eran, el corazón del último reducto de los Draktuls.
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